El último empujón al sueño dorado. Subir el escalón que le falta para llegar a la ansiada final.
El Tomba está frente al peldaño más complicado de superar (el clásico contra San Martín en San Juan), pero cuenta con todos los argumentos para ganar y meterse en la gran cita de Córdoba (29 de mayo) frente a Lanús.
Ya demostró que ocupa la punta con justicia y que reúne el temple necesario para conseguir objetivos importantes: llegar al encuentro decisivo y abrochar el pasaje a la Copa Libertadores.
Este equipo superó todo en el campeonato, enfrentó las adversidades que se le presentaron y siempre salió bien parado. Firme. Con el pecho inflado y por propios méritos.
No hay dudas que los dirigidos por el Gallego Méndez se repusieron a fallos arbitrales groseros, supieron encontrar el rumbo y dar vueltas resultados complicados con temperamento y personalidad.
Cuando pudo hacer pesar su juego lo hizo con autoridad, y cuando flaqueó desde lo futbolístico encontró respuestas positivas desde la cabeza y lo anímico.
Pero hay otro aspecto que lo distingue, frente a lo que se dice desde San Lorenzo y lo que muchos pensaban a esta altura del certamen. Y es claramente que se le acababa la nafta y se caía de la cima de posiciones.
Y sí. El Expreso se “bancó” la presión como un grande. Se sacó de encima a rivales de jerarquía en la zona (River, Rosario, Independiente) y no cede un centímetro ante un Ciclón de estrellas y con mucho poder fuera de las canchas.
Jugó con el resultado puesto de San Lorenzo y ganó. Jugó antes y ganó. Jugó sabiendo el resultado favorable que conseguía el conjunto de Guede en Santa Fe, y también ganó.
¿Se le puede pedir más a estos muchachos? Sí, porque han elevado la vara y ahora nadie puede discutir que están en condiciones de continuar escalando hacia lo más alto del fútbol argentino.
Es evidente que siempre se puede dar un poco más, y este Bodeguero tiene con qué.
El equipo se fue agigantando a grandes pasos y no se conformó con nada. Tiene hambre de gloria. Y lo deja bien en claro.