¿Una cumbre de buenas intenciones?

La Argentina es el primer país que visita Michelle Bachelet luego de asumir como presidenta de Chile. Hay una historia, intereses en común y una frontera de más de 3 mil kilómetros. Hubo acuerdos y es de esperar que, de una buena vez, puedan alcanzarse he

¿Una cumbre de buenas intenciones?

Michelle Bachelet cumplió su promesa: había anunciado que su primera visita oficial la haría a la Argentina. Si bien no se realizó en el plazo previsto -cercano a la asunción- el hecho no respondió a una decisión política sino a circunstancias extraoficiales, como el terremoto que afectó al norte de Chile durante los primeros días de su gestión. Para Chile, una buena relación con la Argentina es fundamental.

Ambos países comparten más de 3 mil kilómetros de frontera, pero nuestro país se convierte en un paso fundamental para las intenciones de exportadores chilenos en su salida al Atlántico y también es el paso obligado para derivar sus productos a Brasil, el mayor consumidor de esta parte de América. De allí que la segunda visita oficial de Bachelet será para reunirse con su par Dilma Rousseff.

La Argentina tiene una estrategia de política exterior muy distinta. No es una decisión individual del actual gobierno sino que es la continuidad de lo que ha sucedido en las diferentes gestiones gubernamentales. Para nuestro país, todo pasa por el puerto de Buenos Aires y deja para un segundo plano las posibilidades que puede ofrecer la salida hacia el Pacífico, aun a pesar de que desde el aspecto comercial las mayores probabilidades económicas se planteen en China y la India.

En este esquema, una provincia como Mendoza, nudo esencial del paso de personas y mercaderías hacia Chile y el Pacífico, es la que sufre las consecuencias en razón de que queda relegada en las obras de infraestructura necesarias para cubrir las necesidades.

Si nos atenemos a los “resultados” de la cumbre Fernández-Bachelet, podremos advertir que la temática considerada fue similar a las que trataron las diferentes gestiones gubernamentales desde que los dos países recuperaron la democracia y quedaron en el olvido las hipótesis de conflicto que se habían priorizado durante los gobiernos militares. Los pasos fronterizos estuvieron siempre en la agenda y la diferencia que se plantea es que Chile quiere priorizar los pasos que se encuentran desde Santiago hacia el Sur, que es donde se encuentra la mayor parte de su población, mientras en la Argentina se intenta potenciar aquellos que se encuentran desde Mendoza hacia el norte.

No es casual entonces que nuestro país haga hincapié en el paso de Agua Negra, más allá del poder de lobbie que destaca al gobernador de San Juan, y que Chile hable de los pasos de Las Leñas, El Pehuenche o el de mejorar el paso por Los Libertadores, de derivación directa hacia el puerto de Valparaíso, el más importante y el de mayor capacidad de carga del vecino país.

Más allá del error que cometió la presidenta argentina, al considerar que el paso de Aguas Negras era más bajo que el de Mendoza, lo cierto es que por enésima vez el Ferrocarril Trasandino, la integración física y la optimización del Paso Cristo Redentor estuvieron en primer lugar del temario.

Puede resultar interesante que se haya establecido un plazo de 90 días para que la Entidad Binacional del Túnel de Baja Altura establezca las observaciones al informe final, como también lo es el hecho de instruir a un grupo de trabajo especial para avanzar en el plano de la libre circulación de personas, otorgando en este caso un plazo de 30 días para expedirse. Sólo deberíamos recordar que el problema tiene más de tres décadas de antigüedad y que el único avance alcanzado es la realización de trámites en un lugar común tanto en Chile como en la Argentina.

Además, las buenas intenciones alcanzadas por los propios primeros mandatarios suelen enfrentarse con las actitudes adoptadas por algunos organismos (Migraciones, Aduana y el Servicio Agrícola-forestal, especialmente en el caso de Chile).

Es de esperar entonces que los acuerdos alcanzados por ambas mandatarias se conviertan en hechos concretos y que desaparezcan de una buena vez los históricos problemas que deben enfrentar argentinos y chilenos cada vez que deciden cruzar la frontera tanto para fines turísticos como comerciales.

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