Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes
Desde que comenzó la campaña electoral se ha instalado el debate acerca de la forma de manejar el tipo de cambio en Argentina, a partir de que asuma el próximo gobierno. Desde las filas del oficialismo surgen mensajes provocativos a los candidatos para que digan si van a devaluar o no, como para instalar una suerte de temor en los votantes.
Ya hemos analizado que el tema no es tan simple, ya que en el tipo de cambio están afectando los niveles de inflación y la evolución del dólar norteamericano en los mercados internacionales. También, la devaluación de las monedas regionales, especialmente el real, pesan sobre la toma de decisiones. Claramente, entrar en una lógica binaria “devaluar-no devaluar” es una trampa en la cual no se debe caer.
El miércoles pasado, el Fondo Monetario Internacional (FMI) dio a conocer su informe periódico sobre la economía mundial y las perspectivas para cada región y país. En el mismo, calcula una retracción de la actividad económica en Argentina del 0,3% para 2015 y para 2016 sólo espera un magro crecimiento de 0,1%. Al respecto, el FMI aconseja hacer ajustes fiscales y tener “un dólar diferente” para volver a la estabilidad y el crecimiento.
El FMI se mete en el debate electoral lleno de tecnicismos que desconoce cuestiones políticas y, dado que no les debemos nada, hay que tomarlo sólo como una opinión de quienes desconocen la totalidad de la realidad local.
El debate sobre tiempos y formas
Todos reconocen que el tipo de cambio está atrasado y no es verdad que el Gobierno actual no devalúa, ya que lo hace con cierto ritmo. El problema es que el ritmo es menor a la inflación, y es éste el aspecto más complejo para resolver. Pero nadie se anima a predecir cuál sería la dimensión que tendría una devaluación o si se dejaría que lo haga el mercado.
La inflación no se para de la noche a la mañana pero puede iniciarse un camino descendente en la medida que se apliquen medidas de ajuste fiscal que indiquen una dirección concreta a una baja en términos relativos de los niveles de gasto y de eliminación del déficit fiscal.
Por razones políticas, hay una serie de gastos que son inamovibles, como los vinculados a pagos de salarios y sostenimiento de ciertas actividades propias del funcionamiento del Estado. Pero hay rubros que necesariamente deberán revisarse y que implicarán un menor gasto del Estado, aunque traspasará costos a los particulares, como es el caso de los subsidios a los servicios públicos.
Es probable que no sea posible eliminar todo de golpe y que haya que anunciar un camino hasta su eliminación total, salvo algunos en los cuales puede subsistir un porcentaje con el criterio de asistir a la demanda y no a la oferta.
Otro rubro que deberá evaluarse será el restablecimiento de la relación fiscal Nación-provincias, ya que las distintas jurisdicciones, que son las que prestan los servicios esenciales, han sido despojadas de recursos que son propios y no hay voluntad de la Nación en restituirlos.
El problema es de los tiempos y la forma y eso dependerá de varios factores. Uno de ellos será la situación en la que el actual gobierno entregue el poder y, otra, la cuota de poder que tenga el próximo presidente. Entiendo esto por la forma de triunfar (1ª o 2ª vuelta) y la constitución del Congreso.
Todos quieren salir de la actual situación en forma ordenada, pero fue lo mismo que quiso el ex presidente Eduardo Duhalde al salir de la convertibilidad y, con un poco de flexibilidad, el mercado se lo llevó puesto y debió liberar el mercado cambiario.
Mientras el gobierno vende dólares del BCRA para alimentar el mercado paralelo y llena de nuevos empleados con altos sueldos la planta de personal, los que pueden llegar se preguntan si podrán ser simpáticos o tendrán que actuar a "cara de perro"