Cuando en una casa la cocina es lo suficientemente grande como para tener una mesa amplia y moverse cómodamente, es difícil que no acabe convirtiéndose en el espacio favorito de todo el mundo y se haga más vida en ella que en el comedor. En esos casos, conviene hacer un esfuerzo extra para convertirla en un lugar lo más agradable y acogedor posible. Como aquí, en la cocina de la artista sueca Carola Kastman, un espacio casi completamente blanco que se llena de vida gracias a los cuadros y a los objetos que se han ido acumulando con el tiempo.
La cocina rebosa calma y, al mismo tiempo, una gran energía. Una de las fortunas es la gran luminosidad que tiene, gracias a dos grandes ventanas. La luz se refleja en las paredes y los muebles, todos en blanco o grises metálicos muy suaves, y así destacan muchísimo más tanto los cuadros que se han colocado en la pared más cercana a la mesa como los adornos que pueblan las estanterías entre ambas ventanas o todos los paquetes y alimentos que se han dejado a la vista en unas estanterías frente a esas ventanas.
Quizás sea eso lo que más llama la atención de esta cocina, el hecho de que las cosas no se guarden en armarios sino que estén colocadas, en exquisito orden, en unas estanterías metálicas. esto da un aire muy informal y muy agradable al espacio.
Luego, también nos encontramos con detalles que denotan la creatividad de los propietarios de la casa, no sólo los cuadros, sino algún maniquí, como el que se encuentra sobre la heladera, una jaula, marcos, letras metálicas… y una impresionante colección de cuchillos.
Un candelabro, un flexo, un sombrero… todo cabe en esta cocina que invita a quedarse en ella durante horas.
