Una Ciudad donde todos tienen las mismas posibilidades y oportunidades, donde no existen ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda para el ejercicio de los derechos que están garantizados, una ciudad donde todos tienen acceso a servicios de alta calidad, una ciudad que define sus destinos y prioridades de manera colectiva e inclusiva, privilegiando el bien común y no ciertos intereses sectoriales; una ciudad solidaria, una ciudad inteligente que permite ahorrar tiempo, contaminar menos y estar más y mejor comunicados e integrados, una ciudad no sólo pensada para quienes hoy las habitan, si no también pensada para las generaciones futuras. Una ciudad justa, democrática y sustentable.
¿A qué ciudad hago referencia? Puede ser la pregunta de muchos; y la respuesta a este interrogante puede ser: "es tu ciudad", es la ciudad que podés dejarle a las próximas generaciones, puede ser la ciudad en la que vivan tus hijos, si hoy todos y todas -cada uno desde su lugar- asumimos el compromiso de construirla.
Las ciudades no son algo dado y definitivo, por el contrario, son la expresión de un momento histórico determinado en el cual existen intereses que se oponen, que luchan entre sí y que determinan la forma y el funcionamiento de las mismas. Si entendemos que esto es así, la posibilidad de modificarlas está latente y depende de la capacidad que tengamos de organizarnos, de problematizar el lugar donde vivimos, de empoderar nuevos actores y de lograr acuerdos que favorezcan al conjunto de la ciudadanía.
Para caminar hacia la ciudad que deseamos es fundamental que cada actor cumpla con su parte y que trabajemos todos juntos.
Es importante que quienes gobiernan sientan que verdaderamente están al servicio de los ciudadanos, que no son ellos los dueños del Estado si no que son quienes, por elección de la ciudadanía, tienen la enorme responsabilidad de administrar lo que es de todos y de tomar decisiones que favorezcan al conjunto de la sociedad.
Los gobiernos deben ser cada vez más abiertos, deben facilitar y garantizar a la ciudadanía el acceso a la información pública, verdaderas instancias de participación ciudadana y la colaboración en el diseño y aplicación de políticas públicas.
El sector privado, tiene el gran desafío de actuar con mayor sustentabilidad. Tiene una obligación moral, si queremos producir verdaderos cambios en la sociedad, de que su accionar no esté guiado únicamente por la rentabilidad económica, si no que el mismo signifique un aporte al verdadero desarrollo de sus comunidades; al contemplar variables sociales y ambientales en sus prácticas diarias y en sus planes de negocio.
Para lograr la sociedad que queremos los ciudadanos deben comprometerse con el desarrollo de la misma, deben salir de la comodidad de votar cada dos años y luego limitarse a la queja. Es importante que participemos, que nos organicemos, que nos informemos y que propongamos, exijamos y trabajemos juntos. Los ciudadanos y ciudadanas debemos generar una verdadera demanda de participación, una demanda que provenga desde todos los sectores y estratos de la sociedad a fin de evitar que algunos pocos se apropien de la voz de otros, y así restarle poder a los lobbies sectoriales en pos del bien común.
Las organizaciones de la sociedad civil y la Academia (con diferentes grados y responsabilidades entre ellas) también tienen que realizar sus aportes para que el cambio se produzca. Deben trabajar en forma conjunta, deben articular esfuerzos, deben generar espacios de producción de conocimiento, de diálogo y de participación y deben, permanentemente vincular la teoría con la práctica concreta.
Desde fundación Nuestra Mendoza, creemos que el objetivo de una sociedad más justa, democrática y sustentable es una posibilidad real y es por eso es que trabajamos día a día, junto a diferentes actores de nuestra comunidad.