Ya está en marcha formalmente la campaña electoral hacia las elecciones primarias abiertas (PASO) del 13 de agosto en todo el país.
Si bien una vez conocidas las precandidaturas de cada partido o frente electoral el clima de campaña comenzó a advertirse a través de la participación pública de los políticos y en la repercusión de sucesos diarios que muchas veces vinculan al Gobierno, esta suerte de largada oficial permite que durante un mes el rumbo se ordena más y que las expresiones sean más contundentes. Como complemento, el 24 de este mes comenzará a verse la publicidad electoral correspondiente a los espacios distribuidos por la Dirección Nacional Electoral.
El tiempo que arranca es de suma importancia institucional. Ya hemos señalado más de una vez desde este mismo espacio, y lo haremos cuanto sea necesario, que las elecciones primarias, como están concebidas por ley, vienen sufriendo embates de todo tipo que muchas veces han terminado desvirtuando su sentido principal, consistente en que, en un marco democrático serio, las agrupaciones partidarias diriman a través del voto popular sus diferencias internas. Es decir, la gente con su voto define quién debe representar al partido político de su preferencia.
Lamentablemente, las mezquindades de la política tan arraigadas en nuestra sociedad han llevado muchas veces a empalidecer las PASO, transformándolas en una especie de primera vuelta electoral, previa a las elecciones generales que se realizan cada dos años, o una gran encuesta para poder comprobar tendencias.
Mendoza parece ser una vez más una sana excepción, por lo menos en este proceso que nos toca hacia la elección de agosto. Tanto el oficialismo como el principal sector de la oposición tendrán listas de precandidatos que competirán en la convocatoria a las urnas que tendremos a mediados de agosto.
Sin embargo, a nivel nacional debe ser necesario aclararle a una buena porción de la ciudadanía que las PASO próximas sólo definirán a los candidatos que competirán a fines de octubre en las elecciones correspondientes al recambio legislativo que se lleva a cabo cada dos años en el país.
La enorme influencia de la provincia de Buenos Aires, que cuenta con aproximadamente el 40 por ciento del padrón electoral (votantes) de toda la Argentina, está llevando a una errónea nacionalización del proceso electoral porque, justamente, en ese amplio territorio competirán al menos tres dirigentes con ambiciones presidenciales en 2019. Pero lo que se debe tener presente es que no se trata de una elección nacional, sino por distritos (provincias).
La renovación de la mitad de las bancas de la Cámara de Diputados de la Nación, de un tercio de las que corresponden al Senado Nacional y la elección de legisladores provinciales en cada una de las provincias justamente sirve para que la gente piense muy conscientemente el voto a emitir y con él exprese si desea ratificar el rumbo de una gestión (nacional o provincial) o bien procure que la oposición crezca para ejercer un mayor control o para que fuerce un cambio de políticas.
Todo, en un marco de razonabilidad. En ese sentido es pertinente exigir a los actores de la política prudencia a la hora de efectuar o debatir propuestas o emitir críticas a sus adversarios. La tarea de gobernar y legislar debe diferenciarse debidamente de la de elegir, para la cual el ciudadano necesita contar con la dignidad del respeto, no de sentirse usado.