Son triunfos que dejan huellas. Que se disfrutan de manera diferente. No importa la situación de uno y el otro. El único objetivo es el triunfo.
Y así entendió el mensaje el plantel del Atlético Argentino, que dejó alma y corazón en cada pelota y de esta manera logró un triunfo histórico en Rodeo de la Cruz.
Sin dudas, el equipo de Sebastián Cloquell fue una Academia combativa. Entiéndase el término “combativo” como aquel que está dispuesto a la lucha.
El persistente. El tenaz. Sobre estos cimientos, la histórica “Academia” de San José construyó una victoria que le permite tener puntaje ideal. Ni el más optimista simpatizante de Argentino se imaginaba hace 15 días un presente semejante.
Este equipo no le tiene miedo a nada ni a nadie. Corre, marca, traba, raspa. Y cuando la pelota cae en los pies de los que saben como la “Joya” Jofré, Misael Torres o Mauricio Lobarbo, su volumen de juego crece y nace con criterio.
Porque tener a Juan Paulo Suraci como centrodelantero es una tentación, pero el “Tanque” respondió con creces nuevamente. Ganó de cabeza y convirtió.
Sobre el final, aguantó, se sacó dos hombres de encima y metió un pase gol para Lucero que terminó en el penal que malogró Jofré. Así es el DNI de este Atlético Argentino: fuerte, aguerrido, astuto y eficaz.
Por el lado del Italiano es un equipo que por nombres, promete y mucho. Pero, volvió a demostrar igual que contra el CEC (más allá de que ganó) una falta de identidad de juego que preocupa y mucho.
El hombre clave es Matías Banco, pero nunca pudo hacer pie en el juego. Desconectado totalmente. Tuvo dos situaciones claras, ambas en los pies de Martini, pero no facturó y lo pagó muy caro.
Fue triunfo de la Academia en rodeo ajeno. Victorias que te inflan el corazón desde lo anímico.