Casi en silencio, Alberto Garro juntó a sus viejos conocidos y sumó a otros experimentados que podían adaptarse. El DT estaba convencido de que nadie mejor que esos que llevan a Godoy Cruz en la sangre (Manchado, Iglesias, Oldrá, los Almeida y Abaurre) para ponerle el corazón a una situación financiera complicada como la que atravesaba el club en aquel tiempo. Se hicieron en la Bodega y fue en la Bodega donde se consagraron.
Entonces, con el plus que le otorgaba ser el padre futbolístico de todos ellos, volvió a apostar a esa gloriosa camada que tantas satisfacciones le dio al viejo y glorioso Expreso.
A esa temporada 2000-2001 de Godoy Cruz en la B Nacional, claramente hay que dividirla en dos. La primera fue la más productiva. Con las irregularidades lógica de la dinámica de una categoría muy difícil, el Tomba peleó fue protagonista y se metió en la conversación de arriba con los equipos que protagonizaron los puestos de vanguardia: Instituto, Gimnasia de Entre Ríos, Racing de Córdoba y los dos San Martín, el nuestro y el sanjuanino.
Y justamente se llenó de confianza tras vencer al Verdinegro en el Gambarte con un gol de Nicotra y afianzó su camino después de sacarse la espina y ganarle a Independiente Rivadavia el primer derby desde que la Lepra estaba en la divisional. La segunda de dio casi por decantación; los problemas económicos lo hicieron doblar pero no quebrarse. Como el vino, mientras más añejo mejor.
El clásico que ganaron los de “Jurassic Park”
“Los c... Jurassic los c..., Jurassic los c..., Jurassic los c...”, cantaban desaforados en la intimidad del vestuario los jugadores de Godoy Cruz tras derrotar a la Lepra.
¿Por qué? Porque en la semana, a su oídos había llegado el comentario que desde el lado de la Lepra (el entrenador Luis Blanco) los había tildado de dinosaurios debido a que ese Godoy Cruz se trataba de un plantel con muchos jugadores de experiencia.
Y por más que desde el Azul se encargaron de desmentir con fuerza tal versión, les habían tocado el orgullo. “Al final lo tomamos bien porque nos respetaban mucho y metíamos miedo porque entre todos sumábamos como 400 años, je”, recuerda hoy, a casi 17 años de aquel suceso, “Bubby” Manchado.