Un viaje en el viejo Expreso patagónico

Recorre impactantes paisajes de montaña, bosque andino y estepa.

Un viaje en el viejo Expreso patagónico
Un viaje en el viejo Expreso patagónico

Un silbido marca el inicio de la aventura: cinco coches de pasajeros belgas, de primera y segunda clase, un furgón y un coche comedor, guiados por una de las dos históricas locomotoras (la norteamericana Baldwin número 16 o la alemana Henschel número 114), se despiden de la estación Esquel y, zigzagueando entre cerros, dan comienzo a la aventura.

Son las diez de la mañana y el último tren de trocha angosta, el Viejo Expreso Patagónico (también conocido como La Trochita), se apresta a transportarnos sobre puentes y a recibir la nieve del invierno y contrarrestarla con la tibieza del calor de las salamandras, descontando los 19 kilómetros que, en soledad, lo separan de la estación Nahuel Pan.

"Cada día es distinto porque el paisaje cambia como el clima: en invierno, el manto blanco; en verano, infinidad de verdes; y así cada estación es nueva; la única que perdura es la estación del ferrocarril", dice Carlos Agüero, maquinista de La Trochita desde hace más de 30 años.

En el lento avanzar también se modifica la geografía: al alejarnos de Esquel, una elevación del terreno nos permite visualizar la ciudad, con vegetación típica del bosque andino patagónico, para luego costear cerros, atravesar zonas típicamente pastoriles, con álamos y pinos, hasta arribar a la estepa, con vegetación baja, achaparrada y espinosa.

Durante la hora de viaje y con el ameno relato de la guía, tomamos conocimiento del incalculable valor que tuvo en sus inicios, cuando trasladaba pobladores de tierra adentro, con sus fardos de lana, sus provisiones y hasta la correspondencia.

También nos enteramos de que si bien la combustión original era a carbón, en la década de 1940 se cambió por el petróleo crudo residual o fueloil, y en la actualidad se utiliza 70% de fueloil y 30 % de gasoil.

Si bien avanzamos a 20 kilómetros por hora por tratarse de un paseo turístico, podríamos duplicar esa velocidad si así lo dispusiera el maquinista.

Quizá el cruce de las vías sobre la mítica Ruta Nacional 40 es el hito más importante del trayecto, aunque quedará inmortalizada en una foto la Vuelta del Huevo, como se conoce a una pronunciada curva que es un clásico del viaje. 

Protagonistas de un cuento

Al subir a la mítica Trochita el viajero se siente pasajero de un tren de fantasía donde todo puede suceder. Nadie lo describió mejor que el escritor inglés Bruce Chatwin.

En su célebre libro En la Patagonia señaló: "La estación parecía de juguete. La locomotora, fabricada en Alemania, tendría unos ochenta años, con una alta chimenea y ruedas pintadas de rojo".

"El tren arrancó con dos toques de silbato y un sacudón. Algunos ñandúes huyeron de las vías a medida que pasábamos, con sus plumas ondeando como humo. Las montañas eran grises y parecían parpadear en la atmósfera calurosa".

Hoy vemos al cruzar la estepa, las liebres que aguardan, curiosas, el paso de La Trochita para luego huir en vertiginosa carrera. También ovejas, coipos (nutrias criollas) y gran variedad de aves, sobre todo cauquenes, bandurrias y avutardas.

"Una de las particularidades de este tren de trocha de 75 cm es que habitualmente se lo utilizaba para tramos cortos, para unir vías importantes o para la extracción de materiales, como el carbón en Río Turbio o el quebracho en el Chaco.

En este sentido, nuestro Viejo Expreso Patagónico es único en el mundo por su extensión: en total cubría 402 kilómetros" relata la guía Daniela Crespi. 

A medida que avanzamos, Crespi también nos introduce en los secretos técnicos de esta joya mecánica, la importancia de mantenerla en pie y todo lo que puede hacerse en los alrededores de Nahuel Pan, donde tendremos 45 minutos libres para visitar el Museo de Culturas Originarias Mapuche y Tehuelche y la Casa de las Artesanas, que funciona como una cooperativa y donde exhiben y venden sus trabajos en tejido y alfarería mapuche.

Allí la señora Clotilde Huenchumán hila su rueca y desovilla buenas historias. También vale la pena la Feria de Productores de Esquel, que es la oportunidad de comprar miel de abeja, conservas y dulces.

Por supuesto hay que probar las tortas fritas humeantes que un par de familias preparan para la hora exacta en la que descendemos del tren. Por último, también está el Paseo de Artesanos de Esquel con productos en madera, cuero y cerámica.

Durante el retorno, los "fogoneros voluntarios" se encargan de  alimentar las salamandras con leños de ñires. También es un buen momento para visitar el vagón comedor y compartir en buena compañía un café con leche, una taza de chocolate, sandwiches y tartas dulces caseritas y con frutos de la zona.

"Es muy lindo cuando los visitantes se emocionan hasta las lágrimas y hablan con nostalgia de cuando eran chicos, iban a la estación y veían pasar el tren. También están los ferromodelistas, las familias ferroviarias y, entre los más chiquitos, la inevitable asociación con los dibujitos del tren Thomas", cuenta Crespi.

De regreso y en tierra firme, en la antigua estación visitamos el Paseo Ferroviario, donde piezas únicas de la locomotora, boletos, muebles antiguos y hasta un botiquín que es una reliquia, son parte de su acervo.

Así culmina este viaje inolvidable por uno de los tesoros mejor conservados de la Patagonia que el año próximo cumplirá nada menos que 70 años de presencia en Esquel.

Historia de trocha angosta

El trayecto original unía Esquel con Ingeniero Jacobacci, luego de que en 1908 se sancionara una ley que promovía el desarrollo de las comunicaciones en la Patagonia.

En 1921 se hizo el tendido y un año después llegaban los vagones belgas de madera que hoy parecen salidos de un cuento. Hacia 1935 comenzaron a funcionar los primeros tramos de la línea y en 1941 el ferrocarril arribó por primera vez a El Maitén, donde hoy siguen funcionando los talleres (para agendar: en febrero es la sede de la Fiesta Nacional del Tren de Vapor).

Fue el 25 de mayo de 1945 cuando el tren fue recibido por los esquelenses. Pese a su rol fundamental en el desarrollo patagónico, tras un lento pero persistente deterioro y pocos pasajeros, en 1993 se anunció el cierre del ramal.

"Quedamos como duendes del ferrocarril: durante los dos meses en los que no circuló, los trabajadores íbamos todos igual y hacíamos lo que podíamos al menos para proteger las instalaciones" recuerda Carlos Agüero, maquinista desde 1985, cuando llegó a Esquel para cubrir una vacante por dos meses y no habían pasado 15 días cuando se dijo "De acá no me voy más".

El 1 de febrero de 1994 el trencito de breve trocha volvió a circular bajo jurisdicción de la provincia de Chubut y tiempo después fue declarado Monumento Histórico Nacional.

Muchos se preguntan, sobre todo fanáticos de los trenes a vapor de todo el mundo, qué especie de milagro logra que siga en pie y goce de muy buena salud.

Para Agüero la clave es el compromiso de todos: "Si hace falta cortamos el pasto, hacemos el lastre de las vías, buscamos repuestos y sobre todo cuidamos al tren para que no se deteriore.

La clave es hacer cada cosa con el corazón, con entusiasmo y pasión. Además, queremos trabajar seguros y los pasajeros pueden estar tranquilos: cumplimos con los requisitos de la CNRT, que todos los años realiza inspecciones y controles".

"Hay muchísimos argentinos y extranjeros apasionados por el mundo de los ferrocarriles, especialmente el tren a vapor. ¡No pueden creer que aún lo hagamos andar! Muchos me piden quedarse en la locomotora cuando gira la máquina en Nahuel Pan, y más de uno se ha puesto a llorar. El mundo ferroviario es una familia", resume Agüero con orgullo. 

Datos útiles

Excursión en el Viejo Expreso Patagónico: Durante todo el año mantiene una frecuencia mínima los sábados a las 10, si bien en vacaciones y fines de semana largos hay varias salidas. Los boletos se pueden adquirir en la estación Esquel o en las agencias de turismo locales.

Para tener en cuenta: con el apoyo del Ministerio de Turismo de la Nación se llevaron adelante una serie de trabajos en materia de accesibilidad, desde el mostrador y el baño familiar hasta una nueva rampa para el ascenso al tren, veredas y un estacionamiento para personas con discapacidad.

Actividades: El andinismo, el esquí (en el cerro La Hoya) o el trekking son algunas de las actividades más importantes que se pueden realizar entre montañas, lagos, como el Futalaufquen y el Rivadavia, desafiantes ríos y tupidos bosques. Es un excelente punto de partida para visitar el Parque Nacional Los Alerces.

Dónde alojarse: Esquel cuenta con hoteles de todas las categorías, hosterías, cabañas, apart, posadas, departamentos y casas para alquilar y campings que pueden consultarse en: www.esquel.gov.ar/turismo/dondedormir.php

Más información: Centro de Informes de la Secretaría de Turismo de Esquel.

Tel: (02945) 45-1927-3145 Web: www.esquel.gov.ar Email: infoturismo@esquel.gov.ar

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