Un vecino del Centro

Uno de los propietarios de la tradicional casa Via Veneto, cuenta cómo llegó a la provincia desde la isla de Ischia, en Italia. Sus días en La Boca, San Rafael, el Bancario y toda una vida en los locales de la galería Tonsa y el de Amigorena.

Un vecino del Centro

Todavía vivimos en el Bancario (Godoy Cruz), a tres cuadras de la casa paterna. Nací en Italia, en la isla de Ischia, y tenía 5 años cuando fuimos convocados por mi papá, que ya estaba en el país.

Nos embarcamos en Génova el 13 de diciembre de 1950 y llegamos a Dársena Norte, donde es Puerto Madero, el 31 de diciembre a las 14.15.

Mi padre trabajó de hornero en Rancho Banchero. La famosa pizzería hoy la atiende la quinta generación en Almirante Brown y Suárez. Desembarcamos y nos fuimos a vivir en un conventillo en La Boca.

En aquellos años, en Brandsen e Iberlucea, cuando Boca jugaba los domingos, los viejitos desde el segundo piso sacaban las tres banderas: la de Boca al medio, entre la de Argentina y la de Italia.

Luego estuvimos en otra casa de la zona y después mi papá nos llevó a un conventillo, pero bien familiar en Gerly, partido de Avellaneda.

Allí estuvimos un año y después se compró una casita en el partido de Lomas de Zamora, en Temperley. Diez años estuvimos ahí, por eso seguí a Temperley, a los gasoleros, que siempre estuvimos en la B.

Y en la A, siempre seguimos a Boca. A mi vieja le afectaba la humedad de Buenos Aires, era reumática y el médico le dijo que se buscara una provincia más seca.

Unos años vivimos en San Rafael, en la calle Larga Vieja... Nos mudamos a una casona toda amoblada, con puertas de cedro, manijas de bronce y con agua pura de deshielo del Atuel.

Allí terminé la secundaria, pedí el pase de la industrial de Lanús, la Kennedy a la ENET de Italia y Mitre. Mi especialidad era tornería. Con 18 años torneaba las ruedas de los trenes, en el taller de un austríaco: Constantino Barari.

Luego aquí estuvimos un año en la calle Olascoaga (5ta Sección), cerca de Pueyrredón, y después compramos en el Bancario. De ahí, todos los días me iba en el 10 (colectivo), me bajaba en España y Sarmiento y me iba a la Galería Tonsa.

Después me compré un 128 y lo dejaba estacionado en calle Sarmiento (hoy Peatonal). Sin duda, la década del ‘70 y principios de los ‘80 fue una gran época para nuestro negocio (Via Veneto) y todos los que estaban en la Tonsa y sus alrededores.

Fue la mejor época, pero a partir de 1985 se vino abajo la galería. Allí estaba el supermercado Persian (primera escalera mecánica en la provincia), el primer local bailable no era Molino Rojo.

Ése abrió después, porque el primero era Sun Sun, que estaba abajo. Todavía me acuerdo cuando se inundó todo Mendoza por la rotura del zanjón Frías, estuvimos casi 10 días sin luz. Los sillones del Molino Rojo bailaban en el agua...

Algunos negocios cercanos eran el de Abraham, de Miguel Mancuso; la librería Antártida; casa de tejido Anabel, Academias Pitman, fotografía Contémpora, de León Moschel, Flemar, el petiso Gómez, Giannacari Pesca, la peluquería de Italo Pugliese, Gilberto, la panadería La espiga de oro. Y mejor no me acuerdo más porque me pongo a llorar...

Via Veneto era de la familia Corradini y luego nos hicimos cargo nosotros con mi padre. Luis Aguilé, Soledad Silveyra, visitaron el negocio nuestro; yo era joven, mi papá era el que hacía relaciones públicas con los clientes. Allí estuvimos hasta el 30 de setiembre de 1987.

El cine (City) era el punto de reunión. A mí me gusta el celuloide, iba a una función, terminaba y entraba en otra sala del Centro. El cine de la Tonsa.

Allí vi la película más premiada, más aclamada y amada de todos los tiempos: la inmortal historia de amor entre Rhett Butler y Scarlett O’Hara “Lo que el viento se llevó”, con Clark Gable, Vivien Leigh, Leslie Howard y Olivia de Havilland.

Otro acontecimiento de magnitud en la Tonsa lo vivimos cuando se estrenó “Los 39 escalones”, a fines de los ‘70. Había una doble fila desde la Galería, que seguía por San Martín hasta donde está la AFIP.

En esa oportunidad vino el actor Robert Powell, conocido porque hizo de Jesús de Nazareth, ese petiso de ojos celestes, que vino a Mendoza y bajó de un auto sobre San Martín.

Con Rodolfo Cepparo, que tenía su confitería también, nos subimos arriba de una silla en la galería y entre la marea humana, en italiano le gritamos: “Caro commendatore”, nos entendió, intentó venir a saludarnos, pero no podía pasar y nos saludó desde lejos con brazo en alto.

Finalmente, el martes 13 de octubre de 1987 nos vinimos a calle Amigorena. Acá hacemos shows en las noches.

El ambiente es familiar, corremos las cortinas y se arma bailongo entre gente que se conoce. Acá se llena de todo, no tanto los políticos, no se muestran tanto como antes.

Pero visitadores médicos, abogados, futbolistas, gente de todos lados, amigos. Ahora estamos mejor que en la Tonsa.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA