El General Gerónimo Espejo nació el 30 de setiembre de 1801 en nuestra provincia. Siendo un adolescente ingresó en el ejército de los Andes. Ya en 1816 figura como cadete de ingenieros y desde 1817 intervino en numerosas campañas y batallas.
Comenzando por Chacabuco, en la que por su valentía se le concedió una medalla de plata; en la campaña del Sud de Chile, bajo las órdenes de Bernardo O'Higgins; en el sitio de Talcahuano; en la acción de Cancha Rayada; en la batalla de Maipú; en la toma de la ciudad de Lima; en el sitio del Callao; en el asalto de las fortalezas y en muchas más.
Como tantos héroes de la Independencia fue proscripto por Juan Manuel de Rosas -considerándolo un "salvaje unitario"- y el 21 de diciembre de 1831 se refugió en Bolivia donde fue recibido con honores.
Tras la caída del Restaurador en la Batalla de Caseros, Espejo volvió a su patria, contribuyendo con el gobierno desde un primer momento. El 21 de febrero fue elegido diputado por la Honorable Sala de Representantes de la Provincia de Mendoza y enviado como senador suplente al Congreso Legislativo Federal de la Confederación, que comandaba Justo José de Urquiza. Por entonces Argentina se encontraba dividida, siendo Buenos Aires un Estado aparte que se oponía a la citada Confederación.
Apoyando a Urquiza se desempeñó como Tesorero del Banco Nacional del Rosario, director de la Mesa Central de Estadística, y archivero general del Archivo General, sucesivamente. En marzo de 1858 adquirió el título de supremo oficial mayor del Ministerio de Guerra, por decreto.
Nuestro protagonista conoció horas gloriosas en Chacabuco y Maipú, así como amargas en Cancha Rayada. Su vida constituye una de las tantas que dio brillo al sol que asoma en nuestro firmamento patrio. Ya retirado dedicó su tiempo a la Historia en primera persona. Escribió "El ejército de los Andes", donde describió la hazaña sanmartiniana y las vicisitudes que sufrieron durante la misma. Legando, a través de cada página, un retrato acabado de sí mismo y del resto de los generales, que la posteridad atesora.
En 1932, la revista Caras y Caretas destacó su labor en este campo: "Nadie pretenda hallar en la labor histórica del general Espejo al escritor educado en las vigilias del estudio, al documentador minucioso, al hurgador de archivos y bibliotecas; el general Espejo surge escritor en la acción, de la misma manera que se levantó héroe... ".
La última obra de Don Gerónimo se publicó en 1888. Se trata de un bosquejo histórico sobre el Coronel Pringles. Solicitó a Bartolomé Mitre que leyese el texto, para tener una segunda opinión, antes de darlo a conocer. Éste respondió con una sentida carta, concluyendo: "Pienso, pues que debe dar Vd. su trabajo a la prensa en la seguridad de que será estimado como merece por el pueblo, haciendo honor a su autor y al compañero de armas a quien conmemora". Paralelamente la vida amorosa del mendocino parecía estar en un buen momento. Según informó Diario Los Andes en julio de 1887, Espejo solicitó casarse en primeras nupcias, teniendo casi 88 años. La boda no llegó a concretarse. Poco después dejó para siempre el campo de batalla, siendo el penúltimo soldado del Ejército de los Andes que quedaba con vida. Le sobrevivió Eustaquio Frías (1801-1891), lancero de San Martín. La mañana del 21 de febrero de 1889 cien carros acompañaron su cuerpo hasta el cementerio de la Recoleta, donde Mitre dijo palabras cargadas de épica. Mientras el General Roca, también presente, asentía cada palabra.
Años más tarde, por iniciativa de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, los restos del ilustre comprovinciano fueron trasladados a nuestra provincia y descansaron hasta mediados de 1980 en el Campo Histórico Plumerillo. Los ataques vandálicos obligaron a removerlos y hoy se encuentren en la escuela que lleva su nombre.