EEUU: un último llamado a la cordura

El autor presenta un detalle pormenorizado del cúmulo de aspectos negativos que moran en la personalidad del candidato republicano.

EEUU: un último llamado a la cordura

Al menos uno de mis hermanos y alguno de mis amigos de la secundaria estarán entre los más o menos 50 millones de estadounidenses que el miércoles se despertarán después de haberle dado su voto a un hombre que los tiene en muy poca estima, y que piensa aún peor del país que quiere dirigir.

Permítanme hacer un último intento para ayudarles a evitar una resaca que les quedará para el resto de la vida.

Si pasaron por alto todos los estallidos de odio de Donald Trump, todos sus esfuerzos por defraudar a quien pueda, por estafar a quienes trabajan para él, si no hicieron caso de ninguno de los bramidos del abusivo matón, simplemente vean su mala opinión sobre la humanidad en general. “En general, no se puede respetar a la gente pues la mayoría no es digna de respeto”, ha dicho Trump.

Este es el credo de un hombre sin amor que vive en un mundo sin amigos. Él también ha dicho que no tiene héroes: ni Lincoln ni Mandela, ni Jackie Robinson, ni siquiera el capitán Chesley Sullenberger.

Los cristianos evangélicos están a punto de unir su destino con alguien que va en contra de casi todo aquello en lo que creen. Yo tengo una hermana en esa categoría. El predicador de su iglesia dijo que elegir a Trump es “parte del plan de Dios”. No sé si el plan de Dios sea desatar el apocalipsis, pero eso parece más bien una divinidad que ya perdió las esperanzas de redimir a la humanidad.

Yo le diría a mi hermana, y a todas las almas afines, que vean si Trump ha tratado de vivir conforme a los Diez Mandamientos. Él ha violado continuamente por lo menos ocho de ellos, desde adorar al dios Mamón hasta obtener la calificación de ser el mentiroso más grande entre todos los candidatos presidenciales de la historia de este país. Y en cuanto al adulterio y a desear la mujer del prójimo, él mismo se jactó de engañar a la madre de sus hijos, en una entrevista, y explicó su técnica para conquistar mujeres casadas, en otra.

Es verdad que no ha cometido homicidio, pero sí dijo que podría matar a alguien en plena Quinta Avenida de Nueva York “y no perdería a ningún simpatizante”. Si eso es lo que ustedes quieren que admiren sus hijos, esos niños vivirán, como vive Trump, desprovistos de héroes.

Si usted es miembro de la clase trabajadora, la gente “de pocos estudios” que alguna vez dijo amar Trump, su sensación de dislocación es real. La brecha económica entre las ciudades más ricas y el resto del país se ha ensanchado. También se ha ensanchado la separación entre los trabajadores con estudios universitarios y los que no pasaron de la secundaria. Más de 20 por ciento de estadounidenses menores de 65 años no tuvieron un trabajo pagado el año pasado.

Pero la guerra comercial que propone Trump, así como sus políticas de impuestos e inmigración causarían un dolor generalizado y no harían nada por ayudar a sus simpatizantes más afligidos económicamente. A Trump le gusta jactarse de que estudió en la Escuela Wharton de Pensilvania. Muy bien, entonces escuchemos un reporte de su alma máter: ésta predice que las políticas de Trump le costarían a Estados Unidos cuatro millones de empleos perdidos.

Su plan de impuestos, una concesión a los ricos y un impulsor del presupuesto, muy probablemente causaría otra recesión. Sus propuestas económicas en general le costarían a la economía estadounidense un billón de dólares en el curso de los próximos cinco años, según un reporte de la empresa de previsiones económicas Oxford Economics.

Construir un muro de concreto en la frontera sur o imponer aranceles desde Washington no va a regresar los empleos en las acerías de Pensilvania ni en las minas de carbón en Virginia occidental. Incluso desde una perspectiva xenófoba y brutal, el muro no tiene ningún sentido. Desde hace diez años, ha habido más mexicanos que se regresan de Estados Unidos a su país de los que entran. Trump nunca ha mencionado esa estadística.

Debería de agregar que durante la gestión de Obama se han creado quince millones de empleos y que el año pasado el ingreso creció en todos los sentidos, especialmente en la parte baja de la escala. Pero Trump tampoco menciona esas cifras.

El vicepresidente Joe Biden se ha impuesto como una de sus últimas misiones la tarea de que los demócratas no se olviden de quienes viven en pueblos como el suyo, Scranton, Pensilvania. Una solución es poner a trabajar a la gente en caminos, puentes, aeropuertos y otras “cosas grandes”. Hillary Clinton al menos ha propuesto un plan de empleos en infraestructura por 275.000 millones de dólares. Trump no promete nada más que un lema bordado en una gorra y un sueño de opio de un plan que no hay forma de financiar.

Por último, si usted es un auténtico deplorable, no tengo nada que decirle que pudiera convencerlo. Usted debe de seguir a quien apoyan los neonazis y los miembros del Ku Klux Klan que dicen que Trump es la encarnación de sus creencias. Como ha advertido David Duke, ex líder del KKK, un voto por cualquiera que no sea Trump es una “traición” a la herencia. Y está hablando de un linaje que se remonta hasta los tiempos de la esclavitud.

El resto de los simpatizantes de Trump deben recordar que el resentimiento no es una filosofía y que el odio no es una fuerza sustentable para gobernar. Recuerden también las palabras de Bono, un ciudadano global: “Estados Unidos es la mejor idea que se le ha ocurrido al mundo. Pero Donald Trump es la peor idea que se le ha ocurrido a Estados Unidos”.

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