Cuando todos están comprometidos con una idea llegar al objetivo siempre es más fácil. Porque hay un compromiso mayor. Porque se siente de otra manera lo que se hace. Porque además se disfruta. Argentina dejó atrás las dudas del debut y con una actuación sólida y ambiciosa, especialmente en el segundo tiempo, derrotó a Uruguay y encaminó la cuestión.
No fue sencillo el triunfo albiceleste, sino que bastante trabajoso. Porque Uruguay se paró bien atrás, con dos líneas de cuatro compactas pero a diferencia de Paraguay, se animó a atacar, preferentemente de contra. El control del balón fue ampliamente argentino, aunque las situaciones más claras fueron charrúas.
Con un Messi casi desaparecido en el primer acto, quien tomó las riendas del equipo en la creación fue Pastore. Esta vez el volante del PSG francés se paró con autoridad y fue el iniciador de las mejores acciones colectivas.
Esta vez los laterales argentinos estuvieron más adelantados y abiertos, siendo opciones ideales para triangular y romper con el cerrojo celeste. En esta faceta el que más trascendió fue claramente Pablo Zabaleta, quien por la derecha marcó diferencias durante los noventa minutos.
El dominio territorial se pareció mucho al debut frente a Paraguay. Pero Muslera no pasó sobresalto como si lo hizo Romero. Chiquito vio como los cabezazos de Godín, primero, y luego Rolán se iban muy cerca del arco que defendía. Eran llamados de atención, que generaban suspiros y nerviosismo.
Sin mucho más y con un alto grado de preocupación Argentina se fue al descanso sin poder quebrar el esperable planteo uruguayo. El cómo estaba claro, pero la interpretación no encontraba la perfección para llevarlo adelante.
En la parte final el click era necesario. Sin embargo, antes del minuto Uruguay estuvo muy cerca de sorprender con un remate de Maxi Pereira que encontró las manos de Romero para no convertirse en un dolor de cabeza. Gran respuesta del uno argentino, que partido a partido justifica la elección de Martino y las anteriores. Esa llegada terminó por despertar al equipo. Cambió la actitud y de a poco fue construyendo un triunfo vital para lograr conseguir el primer puesto del grupo, el que le permitirá allanar el camino de complicaciones en cuartos.
Javier Pastore siguió demostrando su calidad e injerencia en el juego. Messi se recostó sobre la derecha a la espera del balón y allí el volante cordobés encontró los espacios para desparramar a los rivales y asistir a sus compañeros.
Así, el gol no tardó en llegar y tuvo en dos de sus puntos altos la base. Pastore recibió por derecha, justo el lugar preferido de La Pulga, se sacó de encima a dos rivales y habilitó a Zabaleta que venía embalado y tiró un centro a la carrera para encontrar el anticipo de Agüero para el grito más esperado.
La llave la tenían los hombres del City. Una fórmula que en Inglaterra saca réditos y se repitió en La Serena. Con el tanto, la tranquilidad llegó y era hora de manejar la pelota y el partido.
Lucas Biglia se hizo muy importante en el medio y fue la rueda de auxilio que ayudó durante los noventa minutos a Mascherano en el quite y la distribución. Uruguay pobló el mediocampo y quiso crecer en base a eso, pero no pudo. Esta vez Martino fue menos ambicioso y no repitió la aventura que intentó ante Paraguay. Metió cambios puesto por puesto y siempre con la intención de mantener solidez en todas sus líneas. Pudo haber ampliado la diferencia, pero también perderla.
En el final Messi levantó al público con un par de arranques, como los que hace en Barcelona, y generó peligro. Pero, Romero fue más importante para mantener el cero en su arco y asegurar el triunfo. Una victoria necesaria y que vuelve a inflar la ilusión de volver al levantar la Copa. Falta mucho aún, pero el camino está claro y solamente hay que desandarlo.