Por Mario Fiore - Corresponsalía Buenos Aires
Mauricio Macri pasó ayer una prueba de fuego para su candidatura presidencial. Ratificó su liderazgo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, territorio en el que su partido viene ganando todas las elecciones desde las legislativas de 2005.
Además, logró salir airoso de una parada más difícil, la que se le planteó en el seno de su propia fuerza: la pelea entre su candidato a sucederlo, Horacio Rodríguez Larreta, y la rebelde senadora Gabriela Michetti, quien desafío al aparato partidario y -en una campaña picante- proyectó sombras sobre la propia administración macrista en la Capital.
Macri, forzado por las primeras encuestas, decidió salir a apoyar explícitamente a su jefe de Gabinete, lo cual generó roces con Michetti, quien ya había decidido desatender sus deseos dos veces: primero al rechazar ser su candidata en la provincia de Buenos Aires y luego su compañera de fórmula presidencial. Los casi 10 puntos de ventaja entre Rodríguez Larreta y Michetti dejaron en claro que el líder del Pro es Macri.
Los dos candidatos macristas arañaron el 50% de los votos para el Pro, número que deberán superar el 5 de julio para evitar el balotaje que está previsto para fin de ese mismo mes.
Aunque la tensión interna en la fuerza que Macri creó en 2003 llegó a niveles altísimos, ayer a la tarde en el búnker de Costa Salguero se dispuso un estudiado montaje escénico para transmitir paz y unidad. El objetivo fue capitalizar el triunfo como un lanzamiento del propio Macri hacia la Presidencia, por eso la “mugre” que dejó la puja entre Michetti y Rodríguez Larreta se guardó debajo de la alfombra.
“Podemos vivir mejor. Los argentinos nos necesitamos. Yo los necesito”, lanzó Macri.
El abril soñado que planearon los gurúes que aconsejan a Macri, con las victorias “cantadas” en Capital, Santa Fe y Mendoza, sólo tuvo un traspié en Salta. Ahora, el Pro debe avanzar en darle forma a la alianza nacional que pactó con la UCR y la Coalición Cívica, donde quedan algunos puntos por resolverse como las listas para el Congreso y la tensión en las provincias del Norte, donde los candidatos radicales quieren colgarse también de la candidatura de Sergio Massa.
La primeras PASO porteñas tuvieron, como cualquier elección en un distrito federal, impacto nacional. De ahí que el Frente para la Victoria festejó su pálida performance. Todos los precandidatos del oficialismo nacional, como Daniel Scioli, Florencio Randazzo, Sergio Urribarri o Agustín Rossi, llegaron para aplaudir la elección del kirchnerismo porteño. Sin embargo, esta fuerza no logró cosechar, con sus siete precandidatos, ni siquiera el mismo caudal de votos que supo conquistar Daniel Filmus aún en sus peores derrotas.
La floja actuación del oficialismo nacional permitió que hubiera celebraciones en el búnker de Martín Lousteau, el opositor al macrismo más votado. Allí estuvieron Elisa Carrió y Ernesto Sanz, quienes pretenden -aunque suene contradictorio- vencer al Pro en la Capital Federal pese a que a nivel nacional sean socios de Macri y tengan un mismo objetivo: desalojar de la Casa Rosada al kirchnerismo.