"Queridos amigos: les ruego que se hagan cargo de la cremación de mi cadáver. Deseo que no haya (...) acceso de curiosos y fotógrafos para ver el cadáver, con excepción de las personas que especialmente autorizo (...) desearía que mis cenizas fueran arrojadas al viento. Me parece una forma excelente de volver a la nada, confundiéndome con todos los que mueren en el universo".
Luego de escribir estas palabras, Lisandro de la Torre puso fin a sus días, dándose un balazo que le atravesó el corazón. El momento para recordarlo no puede ser más propicio, pues se cumplen hoy 81 años de aquel disparo que estremeció al país.
A pesar de ser uno de nuestros políticos más brillantes, sus últimos meses de vida fueron opacos. Desilusionado, renunció a su banca de Senador Nacional el 5 de enero de 1937 -exactamente dos años antes de suicidarse-, alejándose de modo definitivo. A pesar de esto contó hasta el fin con las simpatías populares, dada su valiente y extensa trayectoria.
De la Torre intentó ser presidente presentándose en dos oportunidades sin éxito, fue miembro fundador de la Unión Cívica de la Juventud, la Liga del Sud y el Partido Demócrata Progresista. No dudó en seguir a Leandro Alem al producirse el quiebre de la Unión Cívica y a lo largo de su vida protagonizó dos duelos: uno contra Hipólito Yrigoyen, el otro contra Federico Pinedo.
Fue arrojado opositor a los gobiernos totalitarios de la "Década Infame" y de esa época datan sus más destacables discursos en el Congreso. En los mismos denunció las consecuencias negativas para nuestro país del pacto Roca-Runciman, firmado en 1933 con Gran Bretaña. Precisamente en el marco de esas discusiones se produjo el asesinato del diputado Bordabehere, su discípulo y único apoyo en aquella cruzada contra la corrupción. "El nombre de Enzo Bordabehere –señaló el diario La Tribuna al día siguiente- es ya un símbolo sagrado para los argentinos. Cayó, herido a traición, por defender al lado de su austero maestro las libertades públicas". De la Torre no pudo dejar de sentirse responsable, aunque lejos estuvo de serlo.
El 5 de enero de 1939 se levantó temprano y dejó en manos de su ama de llaves, una anciana llamada Clotilde, numerosas cartas suicidas pidiéndole que las llevase a un amigo. Sin tener idea del contenido funesto la mujer tomó la calle para hacerlo. Una vez solo, en aquel departamento que habitó durante cuarenta años, se sentó frente a su escritorio y se quitó la vida. Eran aproximadamente las 11.15 de la mañana.
La noticia ocupó la primera plana de Diario Los Andes al día siguiente, entre las crónicas al respecto una hizo hincapié en las condiciones del cadáver:
"El aspecto que presentaba era de una absoluta serenidad y el revólver que mantenía en una de sus manos daba la sensación de que una vez que se efectuó el disparo que le causó la muerte aún le quedaron fuerzas para intentar hacer un segundo disparo, pues el gatillo se encontraba semilevantado, pero sin haber vuelto a caer".
De la Torre dejó cartas a familiares, amigos y al mismísimo comisario para evitar cualquier otra interpretación al encontrar su cuerpo. También a Clotilde, junto a una suma de dinero le agradeció por sus siete años de servicio y le deseó suerte para encontrar un nuevo empleo.
A pesar de estas numerosas misivas, los motivos de su decisión no trascendieron. Muchos creyeron verlos en la muerte reciente de su madre o en su estado de bancarrota. Pero para otros, como el historiador Adrián Pignatelli, don Lisandro comenzó a morir el mismo día en el que su amigo Enzo fue asesinado.