Al principio, José Espinosa pensó que era una comunicación más de la directora de la escuela a la que asistían sus dos hijos. En la última que había recibido se le informó sobre el recambio de toda la tecnología informática de la escuela. Pero ésta no era una más; en ésta la directora le informaba que el desempeño de su hijo Mateo en dos materias (Industrias del entretenimiento y Emprendedorismo) estaba por debajo de los niveles establecidos. La directora también le pedía disculpas por lo acontecido y le solicitaba autorización para que Mateo se quedara dos horas más en la escuela, tres días a la semana, durante dos meses para que pudiera mejorar su rendimiento.
Esa nota la recibió en julio de 2018, una semana antes de que comenzaran las vacaciones de invierno. También le informaron que la escuela estaba preparando distintas actividades para conmemorar los 130 años del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento.
José Espinosa se quedó tranquilo, advirtió que la escuela pública a la que iban sus hijos hacía los esfuerzos para atemperar las desigualdades de cuna. Sentía también que el sacrificio que hacía para pagar los impuestos provinciales no era en vano. Su hijo Mateo estaba recibiendo los conocimientos mínimos para poder enfrentar el mundo laboral, y lo dejaba bien posicionado para el ingreso a una universidad. Pero también estaba siendo educado para entender que una provincia necesita de instituciones creíbles, de empresarios responsables y de políticos comprometidos para que Mendoza no sea un feudo liderado por un par de familias que buscan sólo su beneficio.
De repente José se sacudió fuerte; había estado soñando. Nada de lo contado había sucedido pero se puede lograr bastante a través de una suerte de terremoto de ideas y desafíos para Mendoza.