Si ayer hubiera habido una reunión de gabinete, los rostros del presidente Mauricio Macri y sus ministros hubieran lucido aliviados, sin la común expresión de preocupación del jueves pero muy lejos de la exultante que mostraban exactamente un año atrás. El motivo: el Gobierno parece haber puesto algún parate a la corrida cambiaria que amenazaba con convertirse en una bola de nieve con consecuencias políticas imprevisibles, echada a correr desde el sector financiero, paradójicamente el mayor beneficiario de la política económica de estos dos años largos de la administración Cambiemos.
El aumento de la tasa de interés decidida por un Banco Central que a estas alturas nadie puede presumirlo independiente y la profundización del ajuste del gasto público, marcan un apartamiento del “gradualismo” que pregonaba el Gobierno para entrar en una etapa que el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, definió de “pragmatismo”, pero que parece tener mayores similitudes con la “cirugía mayor sin anestesia” de los noventa.
Las consecuencias de esas medidas para contener el vendaval financiero son previsibles: recesión, con una potencialmente mayor conflictividad social.
En el plano financiero, al menos en el cortísimo plazo, las medidas parecen ser suficientes. En el político, suponen para el Gobierno un primer paso para retomar una iniciativa que, también paradójicamente, tuvo sus mayores desequilibrios después de la ratificación electoral legislativa de octubre, con el pico decembrino de las protestas contra el cambio del cálculo del aumento de las jubilaciones y las últimas semanas, con la mayor baja desde diciembre de 2015, en la valoración de la gestión del Gobierno y en particular del Presidente, al compás del rechazo a la arrolladora política de aumentos de las tarifas de los servicios públicos.
Las medidas anunciadas ayer permitirán cerrar filas al interior de Cambiemos. A dar ese mensaje se apuró Elisa Carrió con su doble reaparición durante las últimas 48 horas. También se esperan gestos del radicalismo, después de que su comportamiento ayudara a dar volumen político al rechazo a los aumentos tarifarios.
Juegan a favor del Gobierno en la posibilidad de dar continuidad a esa iniciativa política las situaciones que atraviesan el peronismo y el sindicalismo.
Las diferencias al interior de la oposición persisten, aun cuando hubo hechos, a nivel legislativo, en particular Diputados, que parecían augurar lo contrario: la unidad, por caso, que permitió llegar a una sesión especial en torno al debate tarifario.
La CGT está inmersa en una crisis de conducción y representatividad de la que quizás saldrá, siempre que las consecuencias de las medidas sobre la inflación y la consecuente pérdida del poder de compra de los asalariados, no fortalezca al sector dispuesto a apurar los tiempos desde la protesta callejera.
Esta iniciativa política retomada tendrá su primer examen los próximos días en el Congreso. El miércoles, Diputados debatirá los cambios en la política tarifaria que impulsa la oposición, bajo la amenaza del veto