Esteban Becker era hasta hace poco un desconocido entrenador nacido en Argentina y formado en el fútbol modesto madrileño, pero a sus 50 años vive su momento de gloria tras clasificar por primera vez a Guinea Ecuatorial para unas semifinales de la Copa de África.
“Estoy en la élite del fútbol, con una selección que ha ganado a selecciones muy buenas”, declara. “Es un muy buen momento para mí. Me ha costado mucho trabajo, muchos estudios, esfuerzos llegar hasta aquí”, admite.
Pese a saborear ahora la gloria, Becker no olvida sus orígenes: “Yo vengo del barro, de entrenar a equipos menores, por lo que llegar hasta aquí también es un aliento para los entrenadores jóvenes. Si uno trabaja, estudia mucho, todo tiene recompensa”.
Su experiencia avala esta teoría. La historia con Guinea Ecuatorial de este hombre nacido en Bernal, un modesto barrio de las afueras de Buenos Aires, y con cierto parecido a Diego Maradona, comienza cuando conoce a Juan Micha Obiang mientras se formaba como entrenador en Madrid.
Becker elige a este técnico ecuatoguineano como adjunto cuando entrena al Fuenlabrada, un club que navega entre la segunda y tercera división española. A través de Micha Obiang conoce al vicepresidente de la Federación de Guinea Ecuatorial (Feguifut), Andrés Jorge Mbomio, quien lo nombra seleccionador femenino. Y Becker gana el Campeonato de África femenino en 2012.
Mbomio se convierte a finales de 2014 en presidente de la Feguifut y lo coloca al frente de la Nzalang Nacional (sobrenombre de la selección) en lugar del español Andoni Goikoetxea.
Becker organiza una concentración exprés entre Madrid y Lisboa y, desde el primer día, dice que su auténtico sueño es clasificar a Guinea Ecuatorial para su primer Mundial, en 2018.
Becker es expresivo, paternalista y apasionado: no para en su zona técnica durante los partidos, abraza y besa a todos los jugadores sustituidos y da consignas con énfasis y verbo florido.
En el entrenamiento del martes, sus suplentes “han jugado como el Barça!”, dice este técnico afable, que calificó la histórica clasificación de Guinea para semifinales como “el cuento de la Cenicienta” y que llamó “hormigas” a sus jugadores en comparación con los “gigantes” futbolistas de Burkina Faso, subcampeones continentales, cuando se enfrentaron en la primera fase.
Preguntado por la polémica clasificación ante Túnez en cuartos (su equipo empató en el descuento con un penal inexistente), Becker responde con ironía: “Entiendo que Túnez tiene que venir a ganar, no a jugar con cinco defensores. ¡Nosotros jugamos con dos defensores y ocho atacantes!".
Cuando habla, Becker se adorna con el lenguaje, no en vano tiene publicados dos libros, un recopilatorio de noticias y una novela, que versan ambos alrededor de la pelota.
Maridaje con el poder
Guinea es un país que domina con puño de hierro el presidente Teodoro Obiang desde 1979 (fue reelegido en 2009 con el 95,37% de los votos). El jefe del Estado ecuatoguineano está presente constantemente en la televisión nacional, sobre todo en lo informativos, y su efigie está por toda la ciudad, en cada hotel, en cada tienda... Becker se ha adaptado a ese entorno.
Becker apela a Obiang cuando se le pregunta si considera ya un éxito el papel de su equipo en el torneo, independientemente de si se clasifica o no para la final: “El presidente dijo: 'Aplaudo a los héroes, ya no quiero más nada. Ahora, si quieren ganar el próximo partido, ¡lo aceptaremos!”.
"Estando entre los ocho mejores de África estábamos contentos. Si jugamos la final, ¡va a ser tremendo!”.