Un taller para ayudar confeccionando muñecos

El tallercito nació en 2009 como una excusa para contener a familias devastadas por la pérdida de un hijo o un ser muy querido, pero terminó convirtiéndose en un camino de “Esperanza” para todo el pueblo tupungatino.

Un taller para ayudar confeccionando muñecos

“No queremos caer en la vanidad de creernos el centro. Hacemos esto para ayudar al hermano y porque nos hace bien”, comenta Mary, sin soltar la aguja con la cual convierte pequeños botones en los ojos de un ángel regordete.

Empezaron, en 2009, a confeccionar muñecos para transformar el dolor por la pérdida de un familiar en una obra de “servicio al prójimo”. Pero pronto su tarea comenzó a ampliarse y a ser más reconocida en Tupungato. Meses atrás lograron abrir su propio taller y la semana pasada, por el Día de la Mujer, su labor silenciosa fue destacada en la Legislatura provincial.

“Por su valioso compromiso en favor de una sociedad más humana, justa y solidaria” reza el diploma que exhiben con orgullo las ‘chicas’ del grupo Esperanza. “Es una caricia para el alma y nos da fuerzas para continuar”, sostiene Elba Granizo, mientras bromean sobre la falta de paredes para colocar tantos premios en su nueva casita.

Sucede que este cálido espacio, que funciona desde diciembre en el predio de la parroquia Nuestra Señora del Socorro, ya les resulta pequeño.

En distintos rincones, apilan los hilos, telas y materiales varios que donan los vecinos que quieren aportar su granito de arena a esta causa. Otro tanto, lo han conseguido estas incansables mujeres golpeando puertas y gestionando -con el lápiz afinado de las amas de casa- un subsidio estatal.

“Tenemos mucho que agradecer, sobre todo a los que hicieron posible el tener nuestra sede”, manifiestan Ana y René Blanco. Hasta el año pasado debían improvisar sus costuras en un sector del salón parroquial, que también era utilizado para dar catequesis.

Fue el padre Raúl Olguín (que ya no está a cargo de la iglesia de Tupungato) quien las sorprendió un día con la propuesta. “Tengo el lugar ideal para ustedes”, les dijo entusiasmado. Había pensado en el garaje de la casa parroquial, un sitio que estaba en desuso y algo abandonado.

Bastó el simple comentario para que las ‘muchachas’ se pusieran manos a la obra. Sus familiares, amigos y gente de la parroquia, les ayudaron a reacondicionarlo y adaptarlo a su particular actividad. En diciembre del año pasado -un mes especial para ellas, porque es cuando lanzaron la primera venta de ‘angelitos navideños’- inauguraron la sede.

Una misión especial

Las mujeres -no todas son mujeres, también está Eduardo Quinteros, cebador oficial de mates- que se reúnen martes y jueves por la tarde en el tallercito, eligen ayudar desde el arte. Son personas que perdieron trágicamente a algún familiar y encuentran el consuelo y la compañía que necesitan confeccionando muñecos, que luego venden para ayudar a los menos favorecidos.

El tallercito nació en 2009 como una excusa para contener a familias devastadas por la pérdida de un hijo o un ser muy querido, pero terminó convirtiéndose en un camino de “Esperanza” para todo el pueblo tupungatino. “Nuestras puertas están siempre abiertas para el que lo necesita. Si a alguien le falta mercadería o pañales, ahí estamos... o lentes... o ropa. Incluso hemos comprado ladrillos para ayudar a una familia que debía ampliar su vivienda”, acotó Tina de Quinteros.

Aunque hay momentos en que ganan las lágrimas, generalmente en este grupo se respira esperanza. “Las muñecas salen como pan caliente”, se ríe Edith García, mostrando las estanterías con escaso stock. Sus diseños se han hecho famosos en Mendoza y hasta reciben pedidos de otros rincones del país.

Con el tiempo, han aprendido a trabajar en red con otras instituciones. “Ahora estamos armando mochilas, porque otra asociación las recolectaba para repartir en el inicio de clases. También, estamos haciendo partidas de sábanas y colchas para el hospital General Las Heras. Aunque, nuestra especialidad son las muñecas”, remarca Rosa Renzi.

Probaron con distintas artesanías antes de descubrir que tenían “el don” de hacer muñecos entrañables. “Queríamos hacer escarpines pero nadie sabía tejer”, se ríe Susana Herrera.

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