Independiente Rivadavia es un sufrimiento por donde se lo mire. Adentro y afuera del campo de juego. Sufre por los puntos y siempre tiene la soga al cuello cuando mira la tabla de los promedios.
Cada partido es un parto. Todo le cuesta doble en una temporada para el olvido. Y anoche no fue la excepción ante un entonado Boca Unidos de Corrientes. Y si le sumás que los jugadores no cobran desde hace siete meses -en algunos casos-, no ven plata y hacen malabares para vivir en el día a día, la bomba permanece encendida y puede explotar en cualquier momento.
Sin respuesta de los dirigentes desde lo económico, sólo les quedaba a los futbolistas tener una alegría en el campo de juego. Necesaria como el dinero mismo. Y más frente a un encumbrado rival como Boca Unidos, con pretensiones de pelearle el título a Talleres de Córdoba. Era una buena prueba para tener algo de desahogo, por lo menos en el campo de juego.
Pero la mochila de este Independiente es muy pesada, le cuesta progresar y ser un elenco con identidad, con un estilo de juego que lo identifique. Es ir al frente como puede, con los pocos argumentos con que cuenta en el repertorio.
Y el abanderado tiene nombre y apellido: Juan Pablo Pereyra. Si el Flaco no aparece, todo se va derrumbando y queda en un puñado de intenciones. Sólo buenas voluntades que no sobresalen por sobre lo colectivo.
Con este presente, poco se pudo destacar como para revertir la imagen futbolística y vulnerar a un conjunto que tiene claro el objetivo y su idea. Mucho empuje de los volantes, la entrega de Rodrigo Bruera en cada pelotazo, lo que genera que el Flaco con su presencia y alguna pelota parada, nada más. Esta fue la expresión del equipo comandado por el profe Daniel Córdoba. Muy poco como para ser un Azul que lastime y saque diferencias.
Los alumnos del Profe recibieron un lavado de cabeza en el vestuario, buscando una reacción que los pusiera en primer plano y les diera otro panorama desde el juego. Pero todo fue en cuentagotas, sin marcar supremacía y ser protagonistas absolutos.El partido podía quebrase con algún destello individual o un error, porque ninguno contó con la cabeza clara para generar algo distinto.
La tuvo Pereyra tras un centro de Bruera, pero el atacante definió arriba y se quedó con el grito atragantado. Fue lo más peligroso de la noche. Eso muestra lo que fue el elenco mendocino. Es que cada partido es un karma, adentro y afuera.
El Profe, conforme
Sonaron a justificación, a conformismo que baja la vara para medir y por eso, quizá, las palabras que pronunció el ‘Profe’ Córdoba al enfrentar los micrófonos tras el paupérrimo 0 a 0 en el Gargantini.
“Si el segundo de la tabla te domina sólo 15 minutos, me quedo muy conforme”, aseveró el entrenador, y ahondó en su análisis al aseverar que “cuando salimos unos metros jugamos mejor nosotros. Siempre tuvimos la iniciativa”.
Y respecto al rival, Córdoba concluyó con que “ellos no tienen problemas en todo sentido. Yo quería ganar, después veremos si el punto sirve”, concluyó el entrenador Leproso.