Un sueño compartido desde la juventud

Ana Vera y Santiago Bosio se casaron muy jóvenes. Querían formar una familia grande. La mamá de él escribió una reseña.

Un sueño compartido desde la juventud

Ana Vera era hija de Víctor Hugo Vera, desaparecido unos meses antes de que comenzara la última dictadura al igual que su tía. Su madre estuvo detenida junto a ella durante el gobierno militar y luego criada durante varios años por sus abuelos hasta que la mujer fue liberada en 1981.

Ella y Santiago Bosio se conocieron en la Escuela de Bellas Artes cuando cursaban el secundario. “Vocación solidaria y compañerismo se fueron transformando rápidamente en amor decidido. Conformaron una pareja muy sólida desde muy jóvenes (...) decidieron ser papás.

Tenían poco menos de 20 años cuando nació Víctor Hugo”, relata Meli, la mamá de Santiago en una reseña que escribió sobre la vida de la pareja.

Ella trabajaba como docente de Artes Plásticas y estudió Comunicación Social; él, Ingeniería en Informática.

Tenían el sueño de formar una gran familia y por eso habían iniciado los trámites de adopción ya que creían que no podrían tener muchos hijos más. Luego llegó Nazareno, 6 años después que su hermano mayor, cuando aún continuaban esperando que se concretara la adopción.

Cuando Julián (su tercer hijo) tenía 3 años recibieron el esperado llamado. Les contaron sobre una madre de 12 hijos, de muy bajos recursos y con severos problemas de adicción, que no podía criarlos. Como los mayores habían sido dados en guarda quedaban en un hogar de tránsito tres niños, de 11, 8 y 5 años, a los que luego se sumó un cuarto de 3 años que llegó antes que sus hermanos, la Navidad de 2011.

Meli describe a Ana como “una madraza” y dice que Santiago ya asumía el rol de padre con sus 5 hermanos. “Santiago y Ana compartían criterios, enfoques y principios éticos, educativos y sociales que fueron haciéndose comunes entre ambos a partir de sus conversaciones cotidianas. Sostenían un nivel de diálogo abierto entre ellos y con sus hijos”, relata.

El domingo 16 de noviembre del año pasado, mientras todos dormían, se produjo un ávido incendio que devastó el hogar y se llevó la vida de tres integrantes: la de Ana y dos de sus hijos, Rodrigo y Gabriel Páez Gutiérrez (de 14 y 11 años, respectivamente), los dos chicos mayores en proceso de adopción definitiva.

Se inició cerca de las 7 de la mañana, supuestamente por un cortocircuito y destruyó la casa de Los Corralitos en la que vivía la pareja y seis de sus siete hijos (el mayor estaba en Buenos Aires).

“Los cuatro niños restantes, que dormían en ese momento en la casa, fueron alcanzados por el humo y las llamas (...). Antonella refiere que fue ella la que se levantó a esa hora para ir al baño y despertó a sus hermanos Gabriel y Benjamín cuando vio el sillón y el techo incendiándose, pero se volvió a su dormitorio para despertar a Julián”, detalla el relato de la abuela. Luego fueron despertándose uno a uno.

Se movieron al ras del piso por la imposibilidad de respirar más arriba por el humo. Ana había intentado abrir la puerta de la casa y Santiago de alertar a los niños y ayudarlos a resguardarse.

Dos policías ingresaron a salvarlos luego de lograr sacar las rejas de una ventana. Ana, al parecer había ido en busca de dos de sus hijos, Rodrigo y Gabriel, pero ya no pudieron salir.

Meli aclara que la casa estaba en buen estado, con llaves térmicas y disyuntores para seguridad de todos, primordialmente de los niños.
Ahora la intención es reconstruirla en el mismo terreno para poder volver al que consideran su ámbito. Pese a todo lo vivido, Santiago aún no logra la adopción definitiva.

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