Albino Luciani, más conocido como Juan Pablo I, fue protagonista de uno de los papados más cortos de la historia. Apenas 33 días desde su asunción el 26 de agosto de 1978 hasta el 28 de septiembre, cuando su repentina muerte sacudió al mundo católico. Tal es así que su sorpresivo fallecimiento generó un sinfín de teorías conspirativas. Ahora, más de 40 años después, un sicario apareció para alimentar una de ellas.
Anthony Raimondi, ex integrante de la mafia Colombo de Nueva York, revela en su último libro "When the Bullet Hits the Bone" (Cuando la bala golpea el hueso) que ayudó a asesinar al Sumo Pontífice con cianuro para evitar que salga a la luz un fraude millonario dentro del Vaticano.
En una entrevista con el New York Post, el ex gánster afirmó que logró acceder a lugares privilegiados de la Santa Sede en 1978 gracias a su primo cardenal, el estadounidense Paul Marcinkus, quien dirigía el Banco Vaticano.
Raimondi, con apenas 28 años, tuvo la tarea de seguir y analizar la rutina de Juan Pablo I y definir cuál sería la mejor forma para terminar con su vida. La elegida: una taza de té llevada al Papa por el propio Marcinkus con una fuerte dosis de Valium que lo dejó inconsciente, lo que le permitió a su primo suministrarle el cianuro. "Colocó el gotero en la boca del Papa y lo apretó", precisó Raimondi.
Por temor a ir al "infierno", el sicario ahora retirado optó por no ser él quien envenenara a Juan Pablo I. "Había hecho muchas cosas en mi tiempo, pero no quería estar allí en la habitación cuando mataron al Papa. Sabía que eso me compraría un boleto de ida al infierno", dijo.
El plan continuó con un acting. Tras suministrar la droga, Marcinkus cerró las puertas de la habitación y esperó que una asistente encontrara al Papa ya sin vida. Desde la Santa Sede aseguran -hasta el día de hoy- que un infarto puso fin a su existencia mientras dormía. Tenía 65 años.
Según Raimondi, la razón de atentar contra el Papa se fue que había amenazado con exponer un fraude financiero masivo dirigido por funcionarios del Vaticano estimado en 1.000 millones de dólares. De hecho, de de acuerdo al mafioso, Juan Pablo I había prometido expulsar a Marcinkus y a aproximadamente "la mitad de los cardenales y obispos".
Raimondi, además, reveló que el sucesor de Luciani, el polaco Karol Józef Wojty?a -Juan Pablo II-, también estuvo a punto de tomar medidas sobre las irregularidades en el Banco Vaticano.