Una discusión se pone en el centro del debate filosófico por estos días. Una discusión que no sirve para crear respuestas, sino para anticiparnos a escenarios posibles: ¿Cómo será el mundo post-coronavirus? ¿En qué cambiará la economía y la cultura? Responder es vano, aún, pero se puede intentar: los filósofos más leídos del mundo ya han puesto sus artillerías de pensamiento para empezar a devanar la incertidumbre.
El primero en avanzar una respuesta fue el italiano Alessandro Baricco a mediados de este mes, cuando su país ya era el segundo foco de infecciones por covid-19 del mundo. En un streaming con un auditorio en Barcelona, moderado por el ensayista y celebrado columnista del New York Times Jorge Carrión, lanzó algunas definiciones fuertes que –conectadas con su libro "El Game" (publicado el año pasado por Anagrama)- lo revistieron de un aura profética o, al menos, premonitoria.
"Hay muchos que echan pestes de la revolución digital y otros que la defendemos, pero creo que la realidad nos está dando la razón. Porque solo en estos días comprendemos que lo digital está salvando un montón de vidas. Es precisamente lo digital lo que nos está permitiendo ser una comunidad fuerte y unida. Si no fuera por Internet no podría hablar con nadie en estos momentos, más allá de mi familia y eso es algo que nos sucede a todos. Esto ayudará a comprender que la revolución que hemos elegido es el camino correcto porque tiene como objetivo hacernos la vida mejor a todos, no a unos pocos privilegiados", lanzó el autor de "Seda".
Baricco cree que esta crisis aún no ha tocado su pico y dibuja una metáfora implacable: "Hemos tenido un accidente de coche. Un accidente de coche mundial. Los implicados somos todos. Todavía estamos tratando de sacar a los muertos y los heridos del amasijo de hierro en que ha quedado convertido el monstruoso vehículo en el que viajábamos. Luego empezaremos a preguntarnos cómo fue que pasó, si pudimos evitarlo, si habrá una próxima vez". La ambulancia que acude en nuestro rescate, para él, es la Democracia, un sistema que en los últimos años solo ha perdido confianza en el mundo.
El italiano cree que esto obligará a redistribuir la riqueza del planeta porque "no hay dinero público suficiente para paliar los efectos de la crisis que se avecina" (y que ya se está haciendo sentir, pues los analistas hablan de una recesión mundial).
Para Alessandro Baricco una conclusión es obvia: el mundo no volverá a ser el mismo que el que conocíamos el 31 de diciembre último. Ya el año pasado, hablaba del “Game” como una contraposición al mundo real: es una segunda piel, digital, que vestimos desde al menos una década. La cuarentena y el aislamiento nos volverán más dependientes de ella. Y, aunque destaque las bondades del mundo digital, no perdona lo malo: vivimos en un mundo donde todo es virtual, lúdico y superficial. Aún así, esta pandemia (“la primera en la era del Game”) “nos lanzará al futuro”, sentencia.
"Esto va a llevarnos a interpretar la tecnología como una prolongación del cuerpo, que es lo que yo llamo humanidad aumentada. Vamos a ver el ordenador como si fuese nuestro brazo, un brazo que pudiese llegar mucho más lejos (…) Dentro de 20 días nos parecerá muy normal tener una conversación como esta. Lo habremos convertido en algo rutinario". Y como si fuera poco el estado de incertidumbre y dependencia tecnológica, Baricco piensa que esto es un "ensayo general", y que pasaremos los próximos 50 años así.
Zizek se pronuncia
El filósofo esloveno Slavoj Zizek se sumó al debate primero con una carta pública. Como uno de los grandes herederos vivos de Marx y Lacan, vio la debacle mundial en un principio con cierto tono celebratorio y hasta esperanzador: como una puerta hacia una nueva posibilidad comunista.
De hecho, un comunismo reinventado es lo que plantea en el libro que escribió en pocos días y ya pasó por las imprentas: “Pan(dem)ic! Covid-19 shakes the world!” (O/R Books, en papel y digital), donde juega con los significados de “pandemia” y de “pánico”.
Es muy clara su tesis: "El dilema al que nos enfrentamos es: barbarie capitalista o alguna forma de comunismo reinventado". Morigeró así un poco su primer análisis, en el que había anunciado que el coronavirus le había dado un golpe portal "a lo Kill Bill" al capitalismo.
"La actual expansión de la epidemia de coronavirus ha detonado las epidemias de virus ideológicos que estaban latentes en nuestras sociedades: noticias falsas, teorías conspirativas paranoicas y explosiones de racismo", decía la primera columna que publicó en RT. "Pero tal vez otro – y más beneficioso- virus ideológico se expandirá y tal vez nos infecte: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá de la nación-estado, una sociedad que se actualice como solidaridad global y cooperación (…) El coronavirus también nos obliga a re-inventar el comunismo basándonos en la confianza en las personas y la ciencia".
Zizek define al covid-19 como un "virus democrático", que afecta por igual a pobres y ricos, estadistas y ciudadanos comunes. "Es difícil perderse la ironía suprema del hecho que lo que nos unió a todos y nos empujó a una solidaridad global, se exprese de tal manera que hay que evitar el contacto entre personas e incluso aislarse".
En este punto, el temor de las personas a aislarse hace parecer que solo lo virtual es lo seguro, aunque tampoco es así. El primer examen de Zizek, con un marxismo optimista y casi nulo análisis del mundo digital que nos recubre (el "Game"), despertó las críticas de algunos.
Una tercera posición (entre la celebración digital de Baricco y la excesiva confianza de Zizek) era necesaria, y ahí es donde clavó sus argumentos Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que es éxito en ventas en todo el mundo por sus ensayos cortos y pesimistas sobre el control en la era digital ("La sociedad de la transparencia", "Psicopolítica", por nombrar algunos).
Hace pocos días, fue él quien refutó al esloveno públicamente: para Byung-Chul Han , el coronavirus le dará al capitalismo aún más pujanza, y para defender su postura tiene sus exhaustivos estudios sobre el Big Data. En este tema, que desmenuza con mucha más profundidad que sus colegas, recordó lo que hizo China para frenar el virus: extremar como nunca antes en la historia sus sistemas de vigilancia y control. La posición de este filósofo, junto a las de Bifo Berardi y Giorgio Agamben, merecerá una segunda entrega de esta nota.