Un reencuentro tras 70 años entre madre e hijo

La periodista mendocina Andrea Catalano logró hallar el eslabón de su cadena familiar perdido en pueblos de Buenos Aires, San Luis y Mendoza

Un reencuentro tras 70 años entre madre e hijo
Un reencuentro tras 70 años entre madre e hijo

Andrea Catalano tenía 39 años cuando uno de sus hermanos la llamó por teléfono -es mendocina pero vive en Buenos Aires hace dos décadas- para preguntarle si ella sabía que su padre era adoptado.

Pese a que el resto de la familia lo sabía, ellos lo desconocían. La mujer sintió la necesidad de saber más de una historia que su papá no había reconstruido. Así llegó a conocer a su abuela biológica, tíos y primos; no sin varias dificultades en el camino.

Como suele ocurrir con las búsquedas para llegar a la verdadera identidad, Andrea se encontró con algunos pocos datos inconexos. Es que cuando su papá soltó esa confesión, creyendo que sus hijos ya se habían enterado de algo que nunca les dijo, su abuelo adoptivo había fallecido y su abuela no estaba lúcida.

El papá de Andrea decía que había nacido en Bragado, Buenos Aires, y que había llegado con apenas tres o cuatro años a Villa Mercedes, en tren. Iba con otros dos niños, un poco mayores que él, aunque desconocía cuál era la conexión entre ellos.

Allí lo habían adoptado Perla y José, quienes no podían tener hijos, y lo trajeron a Mendoza. Además, tenía anotado un apellido, pero tampoco sabía qué significaba.

Era muy poca información y Catalano sólo pudo, en un primer momento y gracias a una amiga oriunda de Bragado, comprobar que había personas con ese apellido en esa localidad bonaerense.

La búsqueda quedó inconclusa por más de cinco años hasta que, el año pasado y sin saber qué fue lo que la motivó, Andrea decidió retomarla.

Si bien es periodista especializada en tecnología, no utiliza las redes sociales más que para el trabajo, pero su amiga la convenció de que contara lo que sabía de la historia de su padre en un grupo cerrado de Facebook, de habitantes de Bragado.

Una mujer dijo que conocía lo que había ocurrido con los tres chicos que habían llegado a la estación de San Luis. Pero Andrea no logró avanzar, porque perdieron el contacto.

Hasta que finalmente, y una vez más gracias a su amiga, dio con Saúl, uno de los hermanos menores de su papá, quien se había enterado de que su mamá había tenido un hijo antes e intentó dar con él, sin éxito.

Entonces Catalano supo que el apellido que había estado buscando era el de su abuela biológica, Irene, quien estaba viva y vivía en Bragado.

En mayo del año pasado, Catalano viajó con su amiga para conocer a su abuela y al resto de la familia.

El encuentro está relatado por ella misma en un nota que escribió en diario Clarín ("Mundos íntimos. Setenta años después de que mi papá fuera dado en adopción, encontramos y pudimos comprender a mi abuela").

Luego, en agosto, sus padres fueron a visitarla a Buenos Aires y partieron todos hacia Bragado, donde su padre, de 73 años, conoció a su madre, de 90.

Andrea señala que en su familia solían bromear sobre la edad real de su padre, ya que fue inscripto en el Registro Civil cuando ya tenía siete años; algo no poco usual en los '40. Efectivamente, el día y año de nacimiento no eran los que creyó durante más de 70 años. Además, el hombre pudo conocer que su mamá biológica no lo había abandonado.

Irene trabajaba, cuando era chica, en una casa en la que había adolescentes varones y quedó embarazada. Sus padres la hicieron volver a su pueblo natal, La Limpia (San Luis), donde nació el padre de Andrea y estuvo con su mamá durante los primeros meses, hasta que ella tuvo que volver a trabajar.

El bebé se quedó con sus abuelos, quienes fallecieron unos tres o cuatro años después.

Cuando esto ocurrió, uno de los hermanos mayores de Irene subió a ese niño, junto con dos tíos, apenas unos años más grandes que él, en un tren y terminaron en Villa Mercedes.

Esta es una parte de la historia que no tiene sentido para Andrea, ya que no la ha podido reconstruir porque los protagonistas adultos ya murieron.

Lo cierto es que esta periodista especializada en tecnología que no suele publicar cosas personales en las redes sociales, pudo conocer la verdadera identidad de su padre -y la suya propia- porque contó la historia en Facebook.

Y gracias a la ayuda de Alicia Giorgetti, su amiga periodista de Bragado.

“Es reparador”, resume sobre la experiencia de haber conocido al resto de los familiares de su papá -que durante mucho tiempo creyeron que era hijo único- y, sobre todo, sobre haber podido romper un silencio sostenido por años.

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