Cero gol convertido en condición de local es un dato que por sí solo puede, o no, decir mucho. Lo más crítico es, sin duda alguna, que en el ítem ‘situaciones de gol’ también Independiente terminó con el marcador en blanco.
O casi en blanco. Sólo para anotar un arrebato individual de González que por centímetros no terminó en penal, un disparo de Cerutti de media distancia y un rebote que le quedó al Flaco Pereyra en el punto penal y que el delantero definió por arriba del travesaño de Calviño.
Demasiado poco, casi nada, para un equipo que está jugando en condición de local y que se predispone a colocar mucha gente en campo adversario. Sin embargo la cantidad no hace a la calidad. Sumar gente en ataque no se traduce en mayor cantidad de situaciones de riesgo; es un axioma.
Cambios que no rompen, que no generan reacciones y que se hacen intrascendentes, es el otro gran punto a tener en cuenta. Ni las variantes que dispuso el entrenador en el once titular y tampoco las que entran desde el banco. Se modificaron los apellidos, el dibujo, las posiciones dentro del campo de juego pero nunca el andar cansino y abúlico.
El Azul juega a la misma velocidad todo el tiempo y en todos los sectores de la cancha, se hace previsible y repetitivo. Sin explosión en los últimos metros ni dinámica en el traslado del balón, Independiente se hizo un rival muy sencillo de vulnerar para Central Córdoba, que sólo con orden y sin apuros se terminó llevando los tres puntos para Santiago del Estero.
Independiente, por momentos, es Aguirre más diez. El Pela es el único que evidencia cambio de velocidad, ímpetu. El arquero y los marcadores centrales, junto con Aguirre, son los únicos que salvan la ropa.
Pero nadie se salva solo. Independiente perdió sin atenuantes, sin rebeldía, e Independiente también incluye a Aguirre, Scapparoni, Agüero y Silva. Un gol en tres partidos, la derrota en la final del Vendimia y el bajo nivel futbolístico detonaron en la salida del técnico. El fusible que siempre salta.