Un país polarizado y desencantado que asiste a una elección inédita

Buena parte de los votantes fueron seducidos por un “antisistema”, defensor de la dictadura y dueño de una retórica nacionalista.

Un país polarizado y desencantado que asiste a una elección inédita
Un país polarizado y desencantado que asiste a una elección inédita

Bolsonaro: un agitador que captó la bronca

Su segundo nombre es "Messias" y sus seguidores lo ven en efecto como un salvador para el Brasil sacudido por la depresión. Jair Bolsonaro, el candidato favorito a ganar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, es la versión brasileña del fenómeno del populismo global.


En redes. Gran parte de su comunicación es a través de Twitter. | AP
En redes. Gran parte de su comunicación es a través de Twitter. | AP

El ultraderechista del Partido Social Liberal (PSL) se quedó cerca de conseguir la victoria ya en primera ronda el 7 de octubre con un mensaje radical que convenció incluso a millones de votantes moderados, entre ellos mujeres, negros y homosexuales, los grupos que más ha atacado en el pasado.

La receta de Bolsonaro para conquistar el centro político y que lo convierte en favorito para derrotar a Fernando Haddad, demuestra la profundidad de la crisis de la democracia en la principal economía latinoamericana.

Bolsonaro, un ex capitán del Ejército de 63 años, reúne las características que llevaron al ascenso de Donald Trump en Estados Unidos: una retórica nacionalista e incendiaria, una presencia masiva en las redes sociales y un discurso de ataque frontal contra el desprestigiado sistema político en Brasil.

Las instituciones del gigante sudamericano están salpicadas desde desde hace años por múltiples escándalos de corrupción. El país, además, acaba de superar una de las peores recesiones de su historia y las grandes ciudades brasileñas sufren una ola de criminalidad.

Propuestas

La propuesta más destacada de Bolsonaro es la liberalización de la tenencia de armas para combatir la delincuencia, y su política económica se centra en las clásicas recetas liberales de mercado.

Su alta popularidad , sin embargo, se la debe sobre todo a su imagen de "antisistema" y de azote de las corruptas élites políticas. Ello, pese a que él mismo es parte del sistema desde 1991, cuando fue elegido por primera vez diputado.

En su larga carrera política, Bolsonaro ha pasado por nueve partidos distintos y muchas más controversias, siempre defendiendo posiciones radicales. En las hemerotecas abundan las imágenes de sus excesos en el Congreso, ya sea por insultar a sus rivales políticos, a menudo mujeres, o por hacer apología de la última dictadura militar brasileña (1964-1985).

"El error de la dictadura fue torturar y no matar", soltó en una ocasión en 2008. A una diputada del izquierdista del PT llegó a decirle durante una disputa que "no merecía ni ser violada" por "demasiado fea".

Y en el debate del proceso de destitución de la presidenta Dilma Rousseff en abril de 2016, en la Cámara baja, Bolsonaro dedicó su voto a favor del "impeachment" al militar responsable de las torturas de las que fue víctima Rousseff durante la dictadura, como joven activista de izquierda.

El político, descendiente de inmigrantes italianos y nacido en Glicério, en el interior del estado de San Pablo, también es conocido por sus diatribas contra negros, indígenas y homosexuales. Muchos afrobrasileños "no sirven ni para procrear", dijo en abril de 2017.

Las grandes armas de Bolsonaro son la provocación permanente y los virulentos ataques contra sus críticos. A menudo es calificado por eso como el "Trump brasileño", aunque también se le compara con el líder filipino Rodrigo Duterte, por sus fantasías violentas para combatir el crimen.

En la era de las exaltadas campañas virales en las redes sociales, Bolsonaro busca el contacto permanente con sus simpatizantes a través de Twitter y suele cargar contra los medios, a los que acusa de parciales.

Durante la campaña popularizó el gesto de imitar un fusil con ambas manos, convertido en la marca de su candidatura por sus simpatizantes.

Pese a que él mismo resultó herido de gravedad por el alto clima de polarización política después de que un hombre le asestara una cuchillada durante un acto proselitista el 6 de septiembre, Bolsonaro se mostró feliz haciendo el mismo gesto desde su cama en el hospital.

Tuvo que dejar luego de hacer campaña debido a su convalecencia, pero compensó su ausencia en los debates y en las calles con su presencia masiva en las redes sociales.

En un país donde prácticamente toda la clase política está salpicada por los escándalos de corrupción, Bolsonaro se presenta como un político "limpio" pese a su larga trayectoria en el Congreso.

Su nombre no ha sido hasta ahora vinculado a ningún gran escándalo de corrupción y sus seguidores lo exculpan de todo.

Haddad: el “profesor” que va por el milagro

Hace sólo dos meses era un político y académico respetado pero muy poco conocido fuera de San Pablo, su ciudad. Sin embargo, las circunstancias colocaron a Fernando Haddad ante la gran oportunidad de su vida: este domingo puede ser elegido presidente de Brasil por el izquierdista Partido de los Trabajadores.

Para que ello suceda, "el profesor", como lo denominan sus simpatizantes, deberá derrotar en las urnas al ultraderechista y gran favorito Jair Bolsonaro, que consiguió el 46 por ciento de los votos en la primera vuelta electoral y lo aventaja ahora por más de 10 puntos porcentuales en las encuestas.


Desconocido. Hasta hace poco, no muchos conocían a Haddad. | AP
Desconocido. Hasta hace poco, no muchos conocían a Haddad. | AP

Sin embargo, y más allá de su situación apremiante, Haddad, que consiguió un 29 por ciento de los votos en la primera ronda, tiene fe para conseguir la hazaña. El jueves publicó en su Twitter lo que él llamó "un anuncio": "Ganaremos la elección, no tengo dudas. Estoy sintiendo en el aire una remontada".

En el caso de que la "remontada" se produzca, el hombre nacido en San Pablo hace 55 años coronaría con éxito una breve pero intensa campaña que, desde el principio, se le presentó anómala, fluctuante y poco habitual.

Haddad inició su recorrido en estos comicios como vicepresidente en la fórmula del PT, por detrás de Lula da Silva, quien gobernó Brasil entre 2003 y 2010 y ahora se encuentra en prisión en la ciudad de Curitiba.

Sin embargo, una vez que la justicia electoral prohibió, debido a su condena por corrupción, la candidatura de Lula, Haddad pasó a los primeros planos como el elegido de la agrupación. Su oficialización se hizo el 11 de septiembre, menos de un mes antes de la primera vuelta del 7 de octubre.

En esos primeros días, el candidato del "petismo" tuvo que enfrentarse a su primer gran adversario: el desconocimiento que existía en todo el país respecto a su persona.

Ni su exitoso paso por el Ministerio de Educación entre 2005 y 2012, en los mejores años del Gobierno del PT, ni sus cuatro años (2013-16) como alcalde en San Pablo, la ciudad más importante del país, le habían otorgado a Haddad la relevancia nacional que le era necesaria para pelear por la presidencia.

Incluso después de su nombramiento, el mismo PT se permitió bromear con la ignorancia de muchísima gente no sólo sobre su gestión sino también respecto a su apellido. "¿Hadalio? ¿Hádila?" se preguntaban los electores en una publicidad oficial del partido.

Entre aquellas pronunciaciones erradas y la importancia que hoy posee Haddad en la política brasileña pasaron menos de 50 días. Y más allá del resultado final de la segunda vuelta del domingo, lo cierto es que "el profesor" logró en poco tiempo que su nombre resulte familiar en todo Brasil.

Quienes ponderan a Haddad con una mirada positiva resaltan que representa el legado de Lula, el presidente que disminuyó drásticamente la pobreza extrema en el país, y que, como ministro de Educación, impulsó diversas políticas inclusivas para los sectores más necesitados.

Además, su trayetoria académica y su mesura al hablar representan un contrapunto con la carrera militar de Bolsonaro, quien maneja un tono violento y confrontativo en muchos de sus discursos.

Quienes, en cambio, lo rechazan y lo minusvaloran fijan su mirada también en la herencia del PT, aunque en este caso caracterizada no como un aspecto a destacar y sí como un pesado lastre.

A lo largo de toda la campaña, Haddad encarnó el enorme rechazo del electorado a su partido, que venció en las últimas cuatro elecciones presidenciales pero que sufrió un enorme desgaste debido, entre otros factores, a los casos de corrupción que involucraron a muchos de sus representantes.

Antes de la primera vuelta, Haddad apelaba constantemente a "los valores de Lula". Sin embargo, después de la derrota sufrida el 7 de octubre, en la que se evidenció el repudio de gran parte de los votantes al "petismo", su discurso cambió.

Cada vez con menos referencias a su "padrino" político, el académico paulista decidió encarar la campaña de segunda vuelta mostrándose como la encarnación de los valores de la democracia ante un rival que dio varias señales de autoritarismo.

En ocasiones, incluso, y pese a su tono moderado, Haddad se permitió aparecer más combativo. En la última semana describió a Bolsonaro como a un "soldadito de mentira" y se quejó en repetidas ocasiones de su ausencia en los debates. 

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA