Hace muchos años que en Argentina rige un estado de duda que va saltando entre sectores según las circunstancias y las decisiones que vaya tomando el gobierno. Cuando se produjo la corrida internacional de capitales, en Argentina pegó fuerte porque apareció la duda acerca de las posibilidades reales que tendría el país de poder financiar el déficit y hacer frente a los pagos de deuda.
Estas dudas trajeron como consecuencia la salida de capitales y una demanda muy grande de dólares que produjo una fuerte suba del valor de moneda estadounidense, tanto como que en los primeros seis meses el dólar aumentó un 49%. En el mismo periodo se aceleró la quita de subsidios a los servicios públicos, que aceleró la inflación con el agregado del aumento del precio internacional del petróleo, que ayudó a que la aceleración inflacionaria se haya ido mucho más allá de lo previsto.
El gobierno, sin financiamiento internacional, debió recurrir al Fondo Monetario Internacional, donde obtuvo una ayuda extraordinaria de financiamiento por u$s 50.000 millones, más una asistencia adicional del Banco Mundial, BID y CAF por u$s 5.600 millones adicionales. Esto debería haber tranquilizado, pero un sector de la oposición salió con la vieja cartelería contra el FMI.
Ahora han renacido las dudas acerca de la posibilidad de cumplir, o no, con los compromisos asumidos con el organismo internacional, en días previos a la reunión del G-20, que contará con la presencia de la Directora Gerente del FMI, Cristine Lagarde, y el equipo técnico del organismo que monitoreará el rumbo.
El impacto de la inflación y el miedo al dólar
A pesar de haber atravesado por épocas de alta de inflación, los argentinos, con razón, sienten mucho temor a ella, a pesar de ser expertos en surfear en climas hostiles, pero más como ejercicio de sobrevivencia que como placer. Así, los aumentos de precios causan desazón al sentir la pérdida del poder adquisitivo de sus salarios.
Los aumentos de precio tienen sus explicaciones, básicamente, en el volumen del gasto público y el déficit fiscal. Este déficit el gobierno eligió bajarlo en forma gradual y se comenzó con la eliminación de subsidios a las tarifas de energía y transporte. Cada rebaja se replicaba como aumento de tarifas y estos impactaban en las mediciones de precios, que luego se multiplican.
Igual efecto causaron los atrasos en los precios de los combustibles. Primero se eligió establecer una especie de “barril criollo”, una especie de subsidio para apoyar a los productores, sin que impacte en el consumo. Pero la suba del precio del crudo llevó a liberar el mercado y el Estado dejó de fijar sus precios.
En el precio de los combustibles impactan el dólar, el crudo y la inflación y todo se traslada al costo del transporte pero también al costo de generación de energía, ya que el 50% de lo que consumimos es de generación térmica. Este mercado es inestable y opera en base a oferta y demanda pero le impactan problemas políticos y las variaciones globales del dólar.
El problema es que el gobierno subestimó el impacto que la quita de subsidios podía generar sobre los índices de precios y comenzó comprometiéndose a metas inflación demasiado ambiciosas que eran muy difíciles de cumplir, pero habían generado expectativas positivas en la población que suponía que sus gobernantes sabían de qué hablaban.
Lo real es que el martes se anunció el índice de junio, con un 3,7% y un acumulado del 16%, y una proyección del 30% anual. Si bien este valor difiere de las metas anunciadas a fin de año, están en línea con lo acordado con el FM, que establecía una banda de entre 27 y 32% para este año.
El miércoles, el presidente Macri no solo ratificó estas metas sino que reafirmó lo que ya había anunciado el ministro Dujovne, cuando anunció el acuerdo con el FMI, en el sentido de que la inflación bajaría 10 puntos el año 2019. Las metas con el FMI son de una banda entre el 17 y 20%.
También hay críticas de quienes creen que se puede proyectar todo en forma lineal.
El economista Mario Blejer, que asesoraba a Daniel Scioli, dijo que la crisis está moderada ya que la inflación estuvo impactada por el ajuste del dólar (muy atrasado) y por las tarifas, y que desde ahora los índices comenzarían a bajar. Claro, si se hacen las cosas comprometidas.
El jueves el ministro Dujovne anunció el resultado fiscal primario del primer semestre, que arrojó un déficit de 0,8% del PBI, cuando lo comprometido con el FMI era de 1,1%. Esto, principio, indicaría que el gobierno podría cumplir bien la meta de 2,7% fijada con el organismo o, incluso, sobrecumplirla consiguiendo un déficit menor.
En cuanto al resultado financiero, esto es el déficit primario más los intereses de la deuda, registró un déficit de 1,9% en el primer semestre, con una reducción del 1,7% interanual. El gobierno no está tomando más deuda en el exterior sino que toma deuda en el mercado interno para cancelar intereses y capital de las deudas en el exterior.
Seguirá siendo un problema delicado el déficit externo ya que es una fuente de salida de dólares. Habrá que ver cómo se comportan a partir del segundo semestre estas variables, ya que con el avance del valor del dólar se espera que se termine el déficit comercial y bajen en forma importante los gastos de turismo de argentinos en el exterior, así como que mejore la llegada de turistas extranjeros que aporten dólares.
El drama en las provincias
El gobierno salió a acelerar las negociaciones con los gobernadores en vista del tratamiento del Presupuesto 2019 y está clara la desesperación de muchos mandatarios que no quieren bajar ningún gasto ni quieren que les disminuyan sus ingresos. Es notable como se juntaron peronistas y radicales para pedir que no se toquen las retenciones a la soja para no tener que hacer ajustes en sus provincias, algo que el Presiente reafirmó que no ocurriría.
