Un país crisista

Un país crisista

Jorge Sosa  - Especial para Los Andes

No aclare que oscurece, dice un refrán poco creativo pero a veces certero. Aunque a veces es necesario aclarar. Decimos que nuestro país está atravesando una crisis. No es cierto, no estamos seguros de que la esté atravesando. Pero no es que este conjunto de argentinos que somos estemos soportando una crisis, es que vivimos en un país crisista.

La crisis no es un accidente pasajero, una contingencia aislada y desafortunada de algún pasaje de nuestra historia, no, es nuestro estilo de vida. Mi contaba mi abuela Avelina que a ella le contaba su abuela Anunciata que en su tiempo había una crisis económica. Pues la Anunciata y la Avelina las sufrieron, lo que demuestra una continuidad, y también mis viejos.

Mi viejo era maestro hace sesenta años. Pueden ustedes imaginarse que en casa lo único que sobraba era lo que faltaba. “Me sobra demasiado més al final del sueldo”, decía el pobre. Pasamos momentos difíciles. Era yo un niño cuando un día le dije a mi progenitora: - Má, quiero caca – Y ella me contestó: - No hay más, nene.

No sólo éramos pobres en casa. El pueblo en el que vivíamos era muy pobre. A tal punto que en el verano tenían que alquilar las moscas. Los mosquitos iban a picar a los habitantes del pueblo vecino y después venían al mío a donar sangre. Los semáforos eran en blanco y negro.  Una vez ocurrió un terremoto en el pueblo y dio superávit.

La crisis no es una contingencia, es una absoluta certeza. Elija usted el año que elija, desde los comienzos de la colonia hasta ahora, y no tenga dudas de que en ese año había crisis. Nos acompaña desde el nacimiento. Cuando Pedro de Mendoza se instaló en las márgenes del Plata, que para él era Dulce, conoció a los indios Querandíes. Al día siguiente le informaron que ya  eran nueve. Fue el primer indicio de devaluación.

Semanas más tarde hizo un trueque con el cacique Poto Pando: dos kilos de choclos por diez espejitos. A la semana el mismo cacique, por dos kilos de choclos le cobró quince espejitos. Debemos buscar, en ese hecho, el comienzo de la inflación.

Desde entonces podemos haber tenido crisis económicas mayores o menores, pero crisis, siempre. Realmente no elegimos gobiernos para administrar el país, sino para que administren las crisis. Lo malo es que, al parecer, cada gobierno que se instala en la Casa Rosada (¿Será rosada de vergüenza?), no solo no logra superar la crisis que le dejó el gobierno anterior sino que hace lo suyo por agrandarla.

Las crisis no son democráticas, muchos empresarios han hecho millonadas de millones durante las crisis. Pero si pretendemos generalizar, podemos asegurar que la crisis nos alcanza a todos. Ese no sería un problema, el problema es que no todos las sufren igual.

Que llegue una boleta de gas de 2500 pesos a la casa de Prat Gay, no será motivo de desesperación ni para él ni para su familia, pero que  llegue una boleta de gas de 600 pesos a la casa de Máximo Anónimo, que es pobre del verbo pobre, no solo es crear una imposibilidad sino es inventarle una magna preocupación a Máximo Anónimo y su familia, porque no tiene opciones: para pagar el gas va a tener que vender la cocina y la estufa. Es injusto.

Hablan de pobreza digna. Es una falacia. La pobreza nunca es digna, porque ningún pobre se merece la pobreza. El gobierno prometió el número cero, al referirse a la pobreza. Uno tiene la sensación de que en ese rubro hay gente que está perdiendo por goleada.

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