El debate sobre la autorización de los allanamientos a las propiedades de la expresidenta Cristina Fernández despejó dos variables de la ecuación incierta que afronta el país.
Antes de que lo subraye Miguel Pichetto, Cristina ya habló como quien aspira a competir por la presidencia el año que viene. A los fines prácticos es irrelevante si lo hará por lo que declama o por lo que necesita. En nombre de sus convicciones políticas o como el recurso extremo para preservar la libertad.
Pichetto completó esa revelación: será candidata y no estará presa. En el mismo momento en que autorizaba con mora los allanamientos del juez Claudio Bonadio, el peronismo senatorial ya confirmaba que no aprobará ningún pedido de desafuero.
Cristina y Pichetto hubiesen preferido administrar estas definiciones estirando la incertidumbre. Pero la causa de los cuadernos detonó por los aires la estrategia gradual del peronismo que antes del acuerdo con el Fondo Monetario creía tener el horizonte abierto para 2019.
Cristina hizo el alegato de su defensa en el Senado. Su relato de los hechos parte de una premisa general: ya no niega su responsabilidad. La subsume en el conjunto del sistema político, al cual considera totalmente viciado de corrupción. La cartelización de la obra pública no empezó en mayo de 2003. El presidente actual es un hijo dilecto de la patria contratista.
Aunque Amado Boudou ya está preso y con sentencia, todavía evoca a Chacho Alvarez como el vicepresidente de las coimas en el Senado.
Se mira en el espejo del expresidente brasileño Lula da Silva. El candidato más potente es el que compite desde prisión.
Pichetto le sinceró dos detalles conexos. Lula tiene condena firme y el peronismo federal no la complacerá con la victimización. La respaldará cuando invoque sus fueros.
El senador rionegrino le insistió un par de veces: espera que Cristina haga su defensa en Tribunales. Sabe que con las pruebas y testimonios existentes, ya no puede hacerlo.
En un párrafo difuso, Pichetto insinuó lo que sabe de la investigación judicial.
Hay un volumen de información probatoria construida durante meses por Bonadio que la opinión pública todavía desconoce. Lo dijo entre dientes. Si fuese favorable a Cristina lo hubiese vociferado argumentando el voto opuesto.
Si Cristina se ilusiona con Lula, Mauricio Macri lee las noticias y el espejo que lo inquieta es Donald Trump. El mundo al que Macri quería regresar con la Argentina a cuestas no es éste. Lo dijo en la reunión con sus legisladores en la residencia de Olivos.
Trump amenaza con una crisis financiera global si la justicia y el parlamento de su país avanzan en la investigación de sus chanchullos. Al parecer, no sólo en la Argentina la transparencia es una conquista con un costo inercial de recesión.
Estados Unidos tiene una economía potente que resistiría el escándalo. Argentina acaba de registrar una caída de la actividad que proyecta sombras sobre el empleo y la capacidad de resistencia de un sector privado atiborrado de problemas.
Antes de fin de mes, el Indec publicará el índice de salarios de junio. Reflejará una caída del poder adquisitivo. La CGT puso en pausa el plenario previsto para el miércoles 29. Hugo Moyano presiona al triunvirato de conducción para que resuelva un plan de lucha.
Nicolás Dujovne añoró ante los legisladores de Cambiemos los tiempos del gradualismo. El macrismo desarrollista que confiaba en los cuatro factores clave del crecimiento: inversión, obra pública, consumo y exportación.
Al Gobierno y a la CGT, la misión del FMI les recomendó abandonar la inercia de esas ideas adquiridas. El ajuste será ortodoxo o los gurúes de Wall Street seguirán imaginando algún vencimiento de deuda insolvente. Los mercados fruncen el ceño hasta con la idea de fideicomisos para salvar el financiamiento de las obras públicas que entraron en crisis con la procesión de empresarios compungidos. Los cuadernos y la recesión son dos caras de la misma moneda.
Cristina acertó en su alegato con uno de sus sarcasmos. Sostuvo que el juzgado de Bonadio es como el fuero de atracción de las causas que la involucran. Como en los procesos de quiebra.
Bonadio ha convocado a sus pares de Comodoro Py a coordinar acciones porque la matriz de corrupción detectada en los cuadernos se replica en otras causas conexas. Es la quiebra de una organización delictiva. La misma que quebró al país.
En la justicia federal anticipan que Bonadio convocaría a algunos gobernadores e intendentes involucrados por los arrepentidos. El Gobierno teme al daño colateral. Esperaba avanzar en el diálogo con las provincias por el nuevo Presupuesto. La Casa Rosada estima que hay consenso para reducir el gasto en 96.000 millones de pesos, de los 100.000 que necesita Macri.
En las provincias todavía apuestan a contrarrestar el pedido de ajuste con una revisión tributaria. Para disminuir el déficit por la vía de los ingresos.
Argentina se ha encontrado de golpe con el rostro crudo de la verdadera transición de salida de su más reciente experiencia populista: debe enfrentar -al mismo tiempo- un vasto proceso de saneamiento de un Estado profundamente corrompido y la reactivación de la economía arrasada por la ideología del saqueo.
Con otra de sus ironías, Cristina se quedó corta. Dijo que fue la primera presidenta mujer y la primera senadora allanada. Acaso porque tiene una tendencia compulsiva: la vocación por las situaciones inéditas.
Una definición adecuada para el derruido país que legó.