El arzobispo de La Plata, el siempre polémico Héctor Aguer, aseguró que lo ocurrido en el recital de Olavarría del Indio Solari "revela el estado cultural de la sociedad argentina" y dijo que la generalización del rock "ha desplazado por completo el interés de los jóvenes por el folclore o la danza".
En una nota de opinión publicada en el diario El Día de La Plata, Aguer sostuvo que el "caso Olavarría siempre se llamará así, como Cromañón o Time Warp de Puerto Madero". "Aquel hecho que reunió, según dicen, a casi medio millón de personas (¿por qué será que entre nosotros todas las cifras resultan discutibles?) revela el estado cultural de la sociedad argentina", graficó.
Describió que en Olavarría “la dimensión pseudorreligiosa estuvo asegurada sobre todo por el perfil mesiánico del protagonista que, por razones diversas y personales, administra cuidadosamente sus presentaciones, despertando así una gran expectativa en muchísima gente, la cual podría reconocerse como sus seguidores o discípulos”.
Aseguró que “si la palabra acompaña a la melodía, importa sobremanera examinar lo que se dice, aun cuando en el multitudinario recital de la tranquila ciudad bonaerense lo que se buscaba y se recibía como mensaje no era eso”.
Cita que en una declaración suya, Solari expresa: “Mi codiciada por muchos políticos llegada a las gentes, se debe a simplezas que exhiben mis canciones mientras transportan emociones”.
“Juzgo muy improbable que las emociones suscitadas en aquella excepcional turbamulta procedieran de las palabras de las canciones, inconexas y carentes de poesía; brotaban más bien del ritmo que en el rock es siempre obsesivo, de los estímulos alcohólicos y narcóticos consumidos a destajo y de esa especie de paradojal comunión, casi ritual, que llevaba a cada uno a olvidarse de sí mismo y del que tenía a su lado; enajenación, en suma”, señaló.
Además cuestionó las letras del Indio Solari a las que consideró que “si bien no son pornográficas algunas contienen expresiones de alusión erótica, desagradables”.
“Las alusiones al amor causan tristeza; lo mismo que la baja consideración que se hace de la mujer en esas letras. Si las 400 mil personas entendieron eso y lo aprobaron, estamos fritos”, resaltó el arzobispo.
Para Aguer lo ocurrido en Olavarría incluyó también “la codicia de los mercaderes: desde los organizadores hasta los lugareños que pensaron pasar al frente con su oferta de panchos y cerveza y ahora se comen las deudas, la imprevisión de las autoridades. Singularmente, el hecho mismo es la contracara de la fiesta verdadera y exhibición evidente del vacío espiritual de una multitud”.
“El autor, el artista, no tiene derecho a imponer sus manías, sus visiones torcidas, interesadas, olvidando que ejerce un ministerio, si en verdad le ha sido concedido un carisma. La generalización del rock en sus diversas variantes, o de la cumbia en algunos ambientes, ha desplazado por completo en los jóvenes el interés por nuestro folclore, por no hablar de su ajenidad total respecto de la gran música”, precisó.
Para Aguer, la danza “ha desaparecido y la remplaza el salto continuo, la agitación frenética, privada de gracia, un gesto colectivo, masificado e impersonal que, para sostenerlo durante horas, es preciso embriagarse, caer en esa euforia artificial e inhumana que priva a la fiesta de su propiedad específica de proporcionar descanso y recrear la vida”.
Por último, aseguró que la misa ricotera “no puedo decir que se trató de una misa negra, porque esta expresión corresponde técnicamente para designar el remedo sacrílego y diabólico de la misa verdadera, del Santo Sacrificio de la Misa. Pero blanca no fue”.