El obispo chileno que desató la controversia que impactó la visita del papa Francisco a Chile se defiende de las acusaciones. Después de la misa celebrada hoy por Francisco en Santiago, Juan Barros alegó que se han dicho mentiras sobre él y ante periodistas aseguró que nunca presenció ningún abuso de Fernando Karadima, su mentor y el mayor cura pedófilo de la Iglesia católica chilena.
El Vaticano condenó en 2011 a Karadima a una vida de "penitencia y oración" por sus crímenes, pero la cúpula de la Iglesia no ha recuperado la confianza de los chilenos tras haber ocultado los delitos de Karadima durante décadas. Por el contrario, ha perdido la confianza de muchos feligreses.
Francisco entendía la preocupación de los obispos chilenos sobre el nombramiento de Barros como obispo de la pequeña diócesis sureña de Osorno y que conocía las acusaciones de encubrimiento que pesaban sobre él.
Incluso dijo que pensó en pedirle la renuncia y dar un año sabático a Barros y a otros dos obispos formados por Karadima, pero el plan se truncó y Francisco siguió adelante con el nombramiento.
La división entre los laicos de Osorno, entre los que aceptan y rechazan a Barros, persiste a casi tres años de su llegada.
Barros siempre ha negado haber estado al tanto de los actos de Karadima.
El papa Francisco pidió perdón por los abusos sexuales de curas a menores, y los chilenos han comenzado a reaccionar, algunos de manera positiva.
Cecilia Briseño Pizarro, una mujer de 88 años que asistió al encuentro de Francisco con la presidenta Michelle Bachelet, dijo que muchos chilenos esperaban que el papa hiciera exactamente eso.
Mónica Reyes, una asistente de enfermería de 55 años, consideró que el papa hizo lo correcto.
"Cuando la gente se equivoca, tiene que pedir perdón, es necesario", dijo.
El papa desató el enojo de muchos chilenos cuando hace unos años nombró obispo a un sacerdote cercano a Fernando Karadima, considerado el mayor cura pederasta de Chile.
Francisco no mencionó el nombramiento del obispo Juan Barros, quien asistió a una misa celebrada por el papa poco después del encuentro con Bachelet.