Un nuevo punto de partida - Por Rodolfo Cavagnaro

El gobierno decidió dar un paso al que antes no había querido avanzar y llegar a un compromiso de equilibrio fiscal para 2019.

Un nuevo punto de partida - Por Rodolfo Cavagnaro
Un nuevo punto de partida - Por Rodolfo Cavagnaro

El anuncio del acuerdo alcanzado por el gobierno con el FMI tiene algunos contenidos importantes y una simbología implícita, ya que significa un nuevo espaldarazo de las naciones desarrolladas a la Argentina gobernada por Mauricio Macri. Y hacemos esta aclaración porque nuestro país tiene peligrosos antecedentes y la gestión personal del Presidente, más allá de los planes, han generado una predisposición favorable de los líderes de los países desarrollados.

Esta simbología se ve reflejada en la decisión de anticipar desembolsos, con el fin de dejar claro que Argentina no corre riesgo de entrar en default, junto al compromiso asumido por el gobierno de alcanzar equilibrio fiscal en 2019 y pasar a tener superávit en 2020.

Y el dato no es menor, porque a efectos de dar estas certezas el FMI desembolsará este año U$S 13.400 millones (contra U$S 6.000) originales, mientras que en 2020, contra una previsión original de U$S 11.400 millones, el desembolso alcanzará a U$S 22.800 millones. Además, para 2020 están previstos otros 7.100 millones de dólares

El dato importante, que cambia las previsiones originales, es que estos fondos no tienen carácter precautorio o de respaldo sino que son para uso efectivo para la cancelación de obligaciones o para el uso presupuestario. Esto es lo que permite alejar cualquier fantasma, sin considerar que Argentina, cumpliendo con sus obligaciones, puede volver a crecer y a tener recursos propios.

Con estos anuncios el FMI otorga el máximo de cuota que la Argentina podría tener en el organismo pero refuerza de esta manera el compromiso de apoyar a la Argentina. Los países miembros no quieren que fracase la experiencia de Macri, que será un ejemplo de que puede salirse de las prácticas populistas.

Los compromisos asumidos.   

La base monetaria

Llegar a este acuerdo no fue fácil. El gobierno decidió dar un paso al que antes no habían querido avanzar y llegar a un compromiso de equilibrio fiscal para 2019, lo que supone bajar gastos por 500.000 millones de pesos. Ese ajuste se compone por un ahorro de la Nación, otro de las provincias y un brutal ajuste al sector privado con retenciones a las exportaciones del 10%.

Pero el cumplimiento de estas pautas fiscales requiere un complemento monetario y cambiario y ahí entra a jugar el Banco Central (BCRA), que es quien maneja estas variables. Como el objetivo es bajar la inflación se estableció una regla por la cual la base monetaria no tendrá ningún crecimiento hasta junio del año próximo.

Esta medida, en sí misma, es durísima y los economistas dudan que el BCRA pueda implementarla de golpe. Es que mientras el año pasado creció a un 35%, este año venía creciendo a un 21% y ahora hay que cambiar la lógica en un solo movimiento y no se sabe cómo golpeará en el mercado, aunque es casi seguro con un aumento en las tasas de interés, al menos a principio.

Este cambio implica, por una parte, dejar de lado las metas de inflación y controlar la base monetaria, que es de donde salen los recursos, el combustible, para subir los precios y alimentar la demanda de dólares. Por otra parte, implica dejar de fijar la tasa de interés de referencia para controla la inflación. Y es lógico, no se podía hacer crecer la base monetaria y luego tratar de absorber liquidez excesiva mediante la fijación de la tasa de interés.

A partir de ahora la tasa surgirá del mercado y tendrá una referencia en las tasas de las Letras de Liquidez (Leliq) que emite el BCRA diariamente, y en esas transacciones se verá de qué forma se comporta la oferta y demanda de dinero nacional.
Muchos economistas temen que esta regla profundice la recesión, mientras que hay otros que calculan que, manteniendo a regla el BCRA puede conseguir hacer una inducción para lograr una baja progresiva de la tasa.

La banda cambiaria

La segunda de las reglas establecidas tiene que ver con el tema cambiario. A efectos de evitar gastos de divisas, estableció una regla que cuenta con una banda de “no intervención” y otra de “intervención”. La primera, dentro de la cual la divisa cotizará libremente y sin intervención del BCRA se ubica entre los $ 34 y $ 44. Dentro de esos límites habrá flotación libremente y esta banda se actualizará diariamente a un ritmo del 3% mensual (similar a los índices de inflación esperados a partir de octubre).

La franja de intervención será la supere los límites, tanto superior como inferior. Si el dólar supera la barrera superior, el BCRA intervendrá vendiendo hasta 150 millones de dólares diarios. Si perfora la banda inferior, la autoridad monetaria podrá entrar al mercado a comprar dólares para preservar ese límite.

En primera instancia, la fijación de reglas claras es positiva, sobre todo por el clima de turbulencia, que agrega gran incertidumbre. No obstante, algunos técnicos critican la fijación de bandas explícitas, porque quita el factor sorpresa a la intervención del BCRA.

Además, al blanquearse la tasa de actualización se comportaría como una especie de “tablita”, que no dejó buenas experiencias en Argentina.

No obstante, todos esperan que los anuncios el apoyo del FMI generen una línea de confianza entre los inversores, de manera que pudieran recuperarse los precios de los bonos y una mejora en el riesgo país. Si se opera esto, podrían ingresar nuevos dólares para invertir en instrumentos locales, que están muy baratos medidos en dólares.

Muchas cosas pendientes

Por ahora, y en función de todo lo ocurrido, queda claro que Nicolás Dujovne se anotó una gran victoria y pasa a ser el hombre fuerte de la economía, dejando muy de lado a la figura de Marcos Peña, el jefe de Gabinete, y haciendo olvidar a Luis Caputo, cuya intempestiva salida del Banco Central terminó lesionando su relación con el presidente Mauricio Macri.

Los tiempos que vienen serán muy complejos. Las reglas que se aplicarán agudizarán la recesión hasta fin de año, pudiendo notarse alguna mejora en el primer trimestre del año próximo. Pero el tránsito hasta comenzar el año próximo será muy duro en materia social, agudizado por una inercia inflacionaria pendiente de la grosera devaluación de agosto último.

Y también es un interrogante cuál será la respuesta de los mercados, ya que no ha caído muy bien la forma en que se alcanzaría el equilibrio fiscal, ya que dicho objetivo es adjudicado en su mayoría a las nuevas imposiciones al sector privado, mientras el sector público se resiste a bajar los niveles de gastos. La próxima definición del Presupuesto 2019 será una prueba de fuego para la reacción de los mercados.

Dado que las retenciones a las exportaciones solo tendrían vigencia hasta fines de 2019, ahora las sombras caen sobre el año 2020. Y las dudas vienen en dos sentidos.

Por una parte, un posible cambio de gobierno que implique la posibilidad de que el peronismo vuelva al poder y cambie todas las reglas de juego. La segunda es que, al no haber mayor apoyo y sin las retenciones, Argentina pueda caer en una situación compleja si el Estado no asume la necesidad de bajar el gasto y mejorar la calidad de su gestión.

Lo que viene no será fácil y sería deseable que los funcionarios políticos actúen con el máximo de responsabilidad. Ya no quedan posibilidades de seguir cometiendo los mismos errores del pasado sin pagar graves consecuencias.

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