Luciano tiene 11 años y siempre le ha gustado dibujar. Ahora, en cuarentena, lo que más extraña es la escuela, la General Espejo de Luján. Para los días de aislamiento él, sus cinco hermanos y su mamá, se instalaron en lo de su abuela, en Villa Nueva. En el humilde patio de esa casa es donde el niño hizo la tarea de plástica que se volvió viral: un dinosaurio de barro, arenilla y caña.
Es que la maestra de plástica les dio una consiga: hacer un dibujo con elementos de la naturaleza. Así, con la ayuda de su tía, su mamá y sobre todo su propio ingenio, Luciano ideó el dinosaurio. La docente, entusiasmada y orgullosa por la tarea de su alumno, compartió la foto que le había enviado Ivana, la madre, y la imagen comenzó a circular.
Luciano y su dinosaurio
Con una sonrisa tímida pero cálida, Luciano nos recibe en su casa para contarnos cómo se siente y hablarnos de su pasión por el arte. Sus largas y arqueadas pestañas adornan los ojos de un niño que todavía no desea ser adulto. Dibujar es su mundo y lo disfruta muchísimo. No es momento de dejarlo.
“Iba a hacer un dragón pero era muy largo el que tenía en mente así que elegí un dinosaurio. Saqué tierra de allá (nos señala) con un tacho y le puse agua. Hice primero la cabeza, luego el cuerpo y las manos y los pies y la cola a lo último”, describe en detalle Luciano Valdéz.
A pedido de la seño
Mientras come un enorme caramelo de banana, Luciano cuenta que le gusta mucho dibujar, que extraña la escuela, que tiene ganas de volver pero mientras hace las tareas en casa porque es muy responsable. “Extraño el recreo, las tareas, plástica y educación física”, enumera cuando le preguntamos qué es lo que más anhela de regresar.
Orgullosa, su mamá también se suma a la charla. “Yo le pregunté a él si quería hablar con los medios porque es su decisión. Además es vergonzoso pero finalmente accedió”, cuenta Ivana. Al tiempo que agrega: “La maestra de Plástica pidió una creación artística. Vino su tía y le dijo que ya que él sabía dibujar, aprovechara. A mí se me ocurrió hacerlo con barro y él encantado. Sacamos arenilla de los ladrillos y de caña hicimos los colmillos”, grafica la mujer.
Visiblemente emocionada, recuerda también que su hijo dibuja desde chiquito. Tiene una imaginación frondosa, le gustan mucho los colores y también se inspira de lo que ve. “Es muy buen alumno. Es tímido, no es de largarse a hablar ahí nomás pero con el dibujo él canaliza lo que siente”, dice su mamá, ya con lágrimas de alegría mojando sus ojos.