Por Thomas L. Friedman - Servicio de noticias The New York Times - © 2015
Yo apoyo con firmeza los esfuerzos del presidente Barack Obama por concluir nuevos acuerdos para abrir el comercio de gran magnitud con nuestros aliados del Pacífico, incluido Japón y Singapur, y con toda la Unión Europea. Sin embargo, no los apoyo solo por razones económicas.
Si bien tengo la certeza de que éstos serían en beneficio económico de Estados Unidos en general, dejo al presidente para que explique por qué (y cómo puede ser protegido cualquier trabajador que resulte afectado). Quiero concentrarme en lo que no se está discutiendo en medida suficiente: Cómo pueden mejorar tanto nuestra seguridad nacional como nuestra seguridad económica estos acuerdos de comercio con dos de los mayores centros del capitalismo democrático en el mundo.
Esto porque esos tratos no son solo sobre quién fija las reglas. Giran en torno a si, para empezar, vamos a tener un mundo fundamentado en reglas. Estamos en un momento muy plástico en asuntos globales. de manera muy similar al período posterior a la Segunda Guerra Mundial.
China está intentando reescribir las reglas de manera unilateral. Rusia está intentando romper las reglas de manera unilateral, al tiempo que partes del mundo árabe y África han perdido todas sus reglas y se están desintegrando en estados de naturaleza. El mundo se está dividiendo cada vez más entre el Mundo del Orden y el Mundo del Desorden.
Cuando se ve desde Europa -estuve en Alemania y Reino Unido la semana pasada- se percibe una situación en desarrollo al sur de este lugar que es aterradora. No es solo una crisis de refugiados. Es un colapso de la civilización: Libia, Yemen, Siria e Irak -el núcleo del mundo- han caído en guerras civiles de tipo tribal y sectario, amplificadas por crisis del agua y otras tensiones ambientales.
Sin embargo -y este es el punto crucial-, todo esto está ocurriendo en un mundo posimperial, poscolonial y cada vez más posautoritario. Esto es, en esta región pluralista que carece de pluralismo -Oriente Medio-, durante siglos nos hemos apoyado implícitamente en el Imperio Otomano, el colonialismo británico y el francés y, después, en reyes y dictadores para que impongan el orden vertical y descendente sobre todas las tribus, sectas y religiones atrapadas juntas aquí. Sin embargo, los dos primeros (imperialismo y colonialismo) ya se fueron para siempre, y el último (monarquía y autocracia) se sostienen a duras penas o también han desaparecido.
Por tanto, el orden sustentable -el orden que verdaderamente servirá al pueblo allá- solo puede surgir del fondo y subir mediante las mismas comunidades forjando contratos sociales sobre la manera de vivir juntos como ciudadanos iguales. Y debido a que eso no está ocurriendo -con la excepción de Túnez-, el resultado es cada vez más desorden y marejadas de refugiados intentando escapar desesperadamente a las islas del orden: Europa, Israel, Jordania, Líbano y la región del Kurdistán en Irak.
Al mismo tiempo, la destrucción del gobierno libio de Muammar- Kadafi, sin poner fuerzas en tierra para crear un nuevo orden en el vacío -seguramente una de las cosas más tontas que la OTAN haya hecho en su historia-, ha removido una barrera de la inmigración ilegal a Europa desde Ghana, Senegal, Mali, Eritrea, Siria y Sudán. Como me dijo un funcionario alemán, al hablar sobre antecedentes: “Libia había sido una barrera para cruzar el Mediterráneo. Sin embargo, esa barrera ahora fue removida y no podemos reinventarla”.
Un contrabandista libio le dijo a David D. Kirkpatrick, integrante del Times que informa desde Libia, que ahora “todo está abierto: los desiertos y los mares”.
Ahora, una predicción: La OTAN establecerá con el tiempo “zonas de exclusión para la navegación” -áreas seguras para refugiados y zonas vedadas para traficantes de personas- a lo largo de la costa libia.
¿Qué tiene todo esto que ver con tratos de comercio? Al tiempo que crece el desorden en Oriente Medio y África -y con China y Rusia intentando tirar del mundo hacia ellos- nunca ha existido un momento de mayor importancia para la coalición de democracias de libre mercado y estados democratizadores, que son el núcleo del Mundo del Orden, para unirse y establecer las mejores reglas para la integración global para el siglo XXI, incluyendo comercio, mano de obra y normas ambientales apropiadas. Estos acuerdos tanto fortalecerían como integrarían más estrechamente a las naciones democráticas y democratizadoras -con base en el mercado y el estado de derecho- que forman la columna vertebral del Mundo del Orden.
El futuro económico de Estados Unidos “depende de estar integrado con el mundo”, dijo Ian Goldin, el director de la Facultad Martin de Oxford, especializada en globalización. “Sin embargo, el futuro también depende de ser capaces de cooperar con amigos para resolver todo tipo de otros problemas, desde el clima hasta el fundamentalismo”. Estos acuerdos de comercio pueden ayudar a fomentar confianza, coordinación y crecimiento que inclinen más la balanza en todos estos países hacia cooperación global que a “hacerse ovillo de manera proteccionista o nacionalista y dejar que otros, o nadie, escriban las reglas”.
Como les dijo Obama a sus detractores liberales el viernes de la semana pasada: Si abandonamos este esfuerzo por acrecentar el comercio bajo nuestras condiciones”, China, el gigantesco gorila en Asia, creará su propia serie de reglas”, firmando acuerdos de comercio bilateral uno a uno a lo largo de Asia “que den ventaja a empresas y trabajadores chinos y reduzcan nuestro acceso en la parte del mundo con mayor crecimiento y dinamismo en la esfera económica”. Sin embargo, si logramos completar el trato de comercio del Pacífico, “China va a tener que adaptarse a esta serie de reglas de comercio que nosotros hemos establecido”. Si no logramos hacer eso, agregó, en 20 años lo estaremos “viendo en retrospectiva y lamentándolo”.
Eso es en lo único en que se equivocó. Lo vamos a lamentar mucho antes.