"Ya en la primaria me encantaba el collage, recortaba todo el tiempo esas figuras dibujadas de mujeres que había en publicidades de las revistas italianas de moda de los años cuarenta. Mi abuela, que también me enseñó a bordar, tenía un montón de esas. Después pegaba todo junto en mis carpetas, en mis cuadernos, ¡en todos lados!" Del otro lado de la línea, en su casa actual en Dinamarca, la artista del collage Carolina Fantozzi, nacida hace veintiocho años en Godoy Cruz y criada en Maipú, se entusiasma recordando sus comienzos.
Hoy, tras graduarse en Diseño Gráfico en la UNCuyo a comienzos de 2014 y luego haberse especializado en arte y collage en Buenos Aires, México e Italia, Carolina acaba de firmar un contrato con la Galería Lumas, que expondrá y tendrá a la venta algunas de sus obras en las más de cuarenta ciudades en que tiene sedes, desde Nueva York y París a Dubai o Bangkok.
Pero Carolina, cuyo seudónimo artístico es Peperina Magenta (así pueden encontrarla a ella y sus obras en Facebook, y así firma sus ilustraciones en Los Andes), va por más: "Ahora estoy también armando una serie para presentar en una galería sueca", cuenta. "Voy haciendo un trabajo de hormiga para que de a poco se vaya conociendo lo que hago".
–¿Cuál de tus series de trabajos va a estar expuesta en la galería?
–Normalmente trabajo a través de imágenes de mujeres de los años ‘40 y ‘60, y todos los temas que trato están relacionados con el amor, la fantasía y el deseo. Las que eligieron en la galería son dos que hice con las figuras de Marilyn Monroe y Audrey Hepburn, porque el público en general tiene una fascinación con ellas.
–¿Por qué decidiste viajar a vivir a Europa?
–En un principio la idea fue ir un tiempo a Italia porque quería aprender el idioma de mi abuelo y ver a la vez si podía aprender más de arte y trabajar con lo mío. Hice un poco de todo hasta que tuve la suerte de entrar en un proyecto y me quedé un tiempo allá: fue en un estudio internacional de arquitectura, y entré en el proyecto de una casa de estilo grotesco que estaban construyendo en Rusia. Todo muy cargado de cosas, que es justamente por lo que se caracteriza mi estilo, así que lo disfruté y aprendí muchísimo.
–Antes también estudiaste becada en México...
–Sí, eso fue en el 2011, ahí aprendí a trabajar bien los colores. Viste que en Argentina somos más que nada de la escuela de la Bauhaus y el diseño suizo, todo donde tiene que ir y en la medida justa, cosa que me encanta, pero también quería conocer el otro extremo.
Gané una beca por seis meses y pedí que me la extendieran para quedarme trabajando allá, porque quedé fascinada con sus modos de expresión, los colores, los brillantes, los contrastes...
Me encantaron, creo que los tomé muchísimo para las ilustraciones que hago ahora. Pero bueno, es como que viví la aventura en México y en cuatro ciudades distintas en Italia, aprendí mucho pero ahora estoy acá en Dinamarca y quiero creer que va a ser mi destino final...
–¿Y cómo te manejás con el idioma?
–Es bastante complicado, primero tuve que tratar de mejorar el inglés y ahora estoy aprendiendo danés, leo absolutamente todo lo que puedo y he aprendido a entenderlo por escrito, ¡pero pronunciarlo es imposible! Me está costando un poco, cuando voy al supermercado me ayudo con el celular y googleo todo...
–Para una artista del collage un supermercado en Dinamarca debe ser el paraíso...
–Uff... Es increíble. En ese sentido me encantan los supermercados, y teniendo formación de diseñadora gráfica una de las cosas que más me gusta es el diseño de packaging, así que acá directamente me vuelvo loca con los caramelos, las cajas, las latas, son todas rarísimas y preciosas. Me siento como en Disney (risas).
–¿Y cómo llegaste al collage?
–Hice collage toda mi vida como un juego. Cuando estudiaba en la facultad trabajaba en un shopping y una vez el artista de collage Claudio Roncoli intervino un local frente al que trabajaba y me fascinó lo que hizo, estuve varios meses siguiéndolo en las redes y cuando vi que hacía un taller en Buenos Aires decidí cursarlo durante un mes y aprender la técnica.
Cuando llegé allá fue como una juguetería, ver sus obras fue fascinante.
Y después estaba toda la influencia de mi familia, con mi papá arquitecto y mi mamá maestra de manualidades: desde chica siempre me hablaron de arte, de pintura... Y mi abuela, que me enseñaba a bordar y tenía muchas revistas italianas Grazia de moda de los años ‘40, ‘50, ‘60, he aprendido un montón con ella también.
–¿Cómo trabajás las variantes artesanales y digitales del collage y de qué manera la idea inicial determina el formato?
–Ahora estoy haciendo las dos cosas. Lo digital lo trabajo desde distintas capas de Photoshop y lo pinto a través de una tablet de dibujo. Así trabajo mucho superposición de colores, los transparento un poco para que se confundan con la imagen o los dejo por arriba como pincelada, hay mucho para jugar.
Pero también es muy distinto hacerlo a mano, tiene un valor diferente porque en photoshop hago series de tres que imprimo e intervengo, y en cambio cuando la hacés a mano es una sola. Pero más allá de la técnica, cuando hago un collage me guío sencillamente por lo que tengo ganas de hacer.
Uno a veces piensa “no estos colores no van a quedar bien”... y ahora lo empiezo a hacer y hasta el final hago lo que me gusta en el momento, y al final me sorprendo con cómo combinan los colores o que muchas imagenes superpuestas quedaron bonitas, trato de no poner una reflexión en esas cosas...
–¿Y qué consejo le darías a alguien que estuviera empezando con collages?
–Creo que es importante buscar muchas inspiraciones pero sin dejar de tratar siempre de encontrar tu propio estilo, valorar la diferencia en lo que vos hacés.
Muchas veces uno tiene sus maestros y cree que como eso es lo aceptado o reconocido debe seguir esa línea, pero de esa manera se dejan de lado las cosas propias que son las que hacen más rico a un trabajo, así que hay que tener confianza en lo que uno va haciendo.
Eso al menos ha sido lo más difícil para mí, encontrar un estilo propio, encontrar qué es lo que te diferencia. Pero cuando resulta, la satisfacción es incomparable.