Las tardes de sábado llega la magia al barrio 23 de Noviembre, en Tupungato, y por unas horas -aunque la luz de su destello permanece mucho más- cambia la fisonomía árida y de postergación del lugar.
Unos 40 niños son la causa y los testigos de este milagro. Después devuelven con sonrisas y abrazos, la genialidad de un grupo de amigos que confían en que una merienda, unos juegos y un poco de arte compartidos son “un excelente primer paso” para cambiar la realidad.
Empezó como un sueño y una intención conversada entre amigos. Después una invitación lanzada a rodar por las calles del barrio a fuerza de murgas y comparsas.
Desde hace un mes, el merendero 'Los chicos de Manu' es una realidad y los niños esperan ansiosos esta particular cita de cada fin de semana. Se llaman así por Manu Chao y sueñan con ver en vivo al cantante.
Antes de las 17, el patio cedido solidariamente por doña Isabel Muñoz -frente a la placita- empieza a llenarse de colores. Los globos y la música de alguna comparsa boliviana o murga son la señal de que el merendero está próximo a abrir sus puertas. Entonces, los pequeños invitados comienzan a llegar al lugar.
“Empezamos con unos diez chicos. Muchos de ellos viven realidades difíciles o sufren la falta de contención familiar. Queremos que, al menos por un rato, sientan que hay personas que se preocupan por ellos y que quieren verlos felices”, comenta Roly Gómez, uno de los jóvenes que lleva adelante la iniciativa.
Los otros son Paola Carreras, Rubén Dávila y Rocío Cisterna. Son los que traccionan el proyecto, pero algunas mamás del barrio poco a poco fueron sumando sus manos solidarias y hoy se autodenominan 'colaboradoras'. “Mientras los chicos hacen juegos o pelotean en la placita, nosotras vamos poniendo la mesa y haciendo la chocolatada”, relata entusiasmada Rocío Mercado.
“No hay actividades de este tipo en el barrio y a los niños les encanta. No se quieren ir. Se saben quedar hasta las 20,30 jugando y cantando”, apunta doña Isabel, la simpática anfitriona.
La mujer tiene un negocio y siempre aporta algo. Ahora está preocupada por arreglar el tinglado para que los “más chicos queden protegidos del sol o de la lluvia”.
Aunque siempre terminan poniendo algo de plata de su bolsillo, los promotores del merendero se ocupan de “sumar voluntades”. Un verdulero les regala frutas para la gelatina, un vecino les da cajas de leche, otro aporta ropa en buen estado y los amigos motociclistas de Roli hacen bizcochuelo o suman cosas dulces para la merienda.
La entrega de bolsitas con sorpresas, el mesón con prendas de ropa y calzado para elegir y la piñata marcan el final de la jornada. A esa altura, la tarde se llenó de charlas, canciones, campeonatos de fútbol y shows improvisados.
Sucede que los chicos también hallaron un escenario ideal para compartir su gustos: preparan coreografías y números musicales durante la semana.
“Siempre quisimos hacer actividades así, pero es difícil ponerse de acuerdo. Estamos muy contentos con el merendero”, comenta Pedro Rosales.
Ahora, estos jóvenes ayudan a los vecinos a mejorar su placita barrial.
“Ya levantamos los arcos de fútbol junto a los chicos. Ahora queremos pintar y arreglar los juegos y hacer un caminito con cáscaras de nuez para que quede más bonito”, contó Roly e invitó a quienes quieran sumarse a esta movida solidaria.
Para contactarse con Roly, llamar al 261 6409437.
Reclamos y carencias
“Nos cuesta unirnos para pelear por mejoras para el barrio y así estamos...”, señala un vecino del lugar.
El 23 de Noviembre (y los Lotes Moyano, que comparten el mismo espacio) son conjuntos de casitas que se fueron levantando en el norte del departamento, cerca de una ripiera, sin ningún ordenamiento.
“Parece tierra de nadie y de noche peor. Aquí hay mucho por hacer, pero parece que somos los olvidados”, sostiene Isabel. Los vecinos coinciden en la necesidad de luminarias y derecho a riego para mantener lo que va quedando de la plaza.
Este espacio pedregoso y con algunos juegos fue construido hace unos seis años, pero nunca recibió mantenimiento.
Otro de los graves problemas que denuncia la gente de la zona es la falta de agua potable, con la llegada del verano.
“Los días de mucho calor, aquí no hay presión de agua y tenemos que esperar a la noche para tener un poco”.