Los austríacos eligen hoy presidente en la repetición de unas elecciones marcadas por la posibilidad de que, por primera vez, un político con ideas ultranacionalistas y xenófobas acceda a la jefatura de Estado de un país miembro de la Unión Europa (UE).
Norbert Hofer, del Partido Liberal de Austria (FPÖ), y el candidato independiente Alexander Van der Bellen, antiguo líder de Los Verdes, se vuelven a enfrentar luego de que las elecciones celebradas en mayo pasado fueran suspendidas por una queja sobre irregularidades en el conteo de los votos por correo.
En dichos comicios, segunda vuelta de las elecciones que dejaron afuera a los partidos tradicionales de Austria, Van der Bellen se impuso por un estrecho margen; pero el resultado fue impugnado por el FPÖ y la denuncia fue confirmada por el Tribunal Constitucional.
Si bien una última encuesta ubicó a Van der Bellen como el vencedor con un 51% de los votos, es el candidato de la ultraderecha quien ha encabezado los sondeos de las últimas semanas, impulsado por el auge de la derecha populista en Europa; y tras el triunfo del Brexit en Gran Bretaña y de Trump en EEUU.
Hofer, quien actualmente ocupa la vicepresidencia tercera del Parlamento, logró conectar con un electorado hastiado de los partidos tradicionales, los Socialdemócratas (SPÖ) y los Demócratacristianos (ÖVP), que desde 1945 se alternan en el poder.
Con sus buenos modales y su sonrisa siempre impresa, Hofer, de 45 años, explotó en sus discursos el malestar de los austríacos ante la llegada de unos 120.000 refugiados en menos de dos años, en un país de 8,5 millones de habitantes. “No quiero que Austria se convierta en un país islámico”, sostuvo el candidato ultranacionalista que teme un aumento de la tasa de natalidad entre los inmigrantes, a los que vinculó en más de una ocasión al crimen y al terrorismo.
Ayer, en su cierre de campaña, el candidato euroescéptico llamó a renovar el proyecto europeo, luego de haber amenazado con convocar un referéndum sobre la permanencia dentro del bloque regional en caso de que la UE no cese en sus intentos de imponer sus decisiones sobre las de los estados nacionales.