No es una historia sobre alguien que le dio batalla a las dificultades de la vida. Son varias historias sobre muchas adversidades y cómo el amor, la bondad y la generosidad son el sostén y el fundamento del triunfo. De alguna manera es una historia de héroes.
Santiago Bosio (39) ríe todo el tiempo, es tranquilo y muy cariñoso con sus pequeños. Si hay heridas no se notan, se encarga solo de mantener y cuidar a sus 5 hijos luego de que un incendio devastara su hogar en noviembre del año pasado y perdiera allí a su esposa y dos de ellos.
De la casa de Los Corralitos, en Guaymallén, no quedó nada; por eso, ahora viven en una que le prestó su suegra en Luzuriaga. Eran una familia muy querida en esta zona por sus labores solidarias y su gran anhelo es volver al que los chicos consideran su lugar en el mundo.
Al ingresar, Julián (7) es el primero en acercarse velozmente para dar un beso y saludar amablemente; lo mismo hacen sus hermanos Benjamín (7) y Antonella (8). Inmediatamente hablan con soltura sobre el juego con caballos de plástico que organizaron en el patio, charlan sobre la escuela y sus actividades mientras -de paso- la señorita de la casa le da de comer a su gato.
También hablan sin tapujos de lo que vivieron aquella madrugada cuando su casa se incendió mientras todos dormían y que los dejó internados en un hospital, a dos de ellos en terapia intensiva. Son dulces, alegres, inocentes, curiosos.
Tienen dos hermanos más, Nazareno (14) que va al secundario y Víctor Hugo (19) quien hasta el accidente estudiaba Paleontología en la Universidad de La Plata, pero lo relegó momentáneamente para hacer frente a este difícil momento que atraviesa su familia.
Víctor, Nazareno y Julián son hijos biológicos de Ana Vera (40) y Santiago, pero además adoptaron a los otros cuatro niños, los hermanitos Páez, con la intención de no separarlos ya que sus padres no podían hacerse cargo de ellos ni de sus otros 8 hijos, con varios de los cuales aún mantienen contacto porque así lo decidieron sus padres adoptivos.
Santiago, quien es ingeniero en Informática, se hace cargo solo del cuidado de sus niños y tiene una rutina organizada minuto a minuto para llevarlos a la escuela ya que cursan en tres establecimientos diferentes.
El día comienza cuando a las siete se levanta para llevar al más grande hasta Km 11 donde cursa el secundario; la salida es obviamente comunitaria así que carga a todos en el vehículo, donde siguen durmiendo. Al regresar desayunan, ordenan (casi todo él, acepta), hacen las tareas y se bañan para luego salir para la segunda tanda de “reparto escolar” que es en Los Corralitos y otra zona más urbana de Guaymallén.
“No he querido cambiarlos de colegio después del incendio porque era prioritario mantener el entorno”, cuenta el hombre y explica que por eso necesita reconstruir su vivienda: “Ellos quieren volver, es su lugar”.
"Tienen tristeza de a ratos", acepta y cuenta que los lunes son días intensos porque además de la escuela van todos al psicólogo.
Agustina, como sus hermanos, conversa mucho y relató lo ocurrido aquella noche: fue quien se despertó y avisó a los demás y con su pequeño dedo señala un dibujo muy colorido pegado en la heladera: "Mirá, dibujé a mi mamá".
Meli Lamená, su abuela paterna, como el resto de la familia y los amigos han sido un soporte fundamental. “La vida nos cambió bastante, extrañamos horrores y todavía me parece escuchar sus risas, pero está todo bien porque Santiago tiene mucha espalda, mucha fuerza y se comprometió a cuidar a sus niños: se arregla solo con la comida, la casa, la escuela; muy poco nos deja ayudar”, relató la mujer.
Los pequeños no tienen consecuencias en su salud y tienen una vida normal. Sólo Julián tiene un queloide en la piel de su pancita producto de las quemaduras, pero esperan que vaya desapareciendo.
Cosecharás tu siembra
Ana y Santiago eran personas muy queridas en Los Corralitos, donde aseguran que siempre estaban con quienes tenían necesidades. Ella colaboraba activamente en una Asociación Civil, la Casita Trinitaria, donde se imparte educación a niños de familias en situación de vulnerabilidad y donde ella conducía un taller para mujeres adultas mayores de la tercera edad. Meli contó además que su casa era de puertas abiertas para quien quisiera y que siempre tuvieron muchos amigos.
Sus pequeños siempre fueron todos iguales para ellos y ése es el trato que exigieron al entorno. De hecho, sus hijos biológicos anhelaban el momento en que llegaran a la casa “sus hermanitos”.
Será por eso -dicen sus conocidos- que cuando ocurrió el accidente recibieron ayuda de cercanos y desconocidos; tanta que no pudieron usarla toda.
Meli recordó haber lavado y acomodado ropa mucho tiempo para donarla: “Es impresionante la solidaridad del pueblo mendocino; se fue regalando y ahora está todo distribuido”.
Santiago también se mostró sorprendido: “La respuesta fue más grande de lo que uno esperaría (...) Las historias de vida son las que llegan a la gente, eso los hace colaborar y correrse de la cosa pesimista de todos los días”.
Artistas donan obras para colaborar
Con la intención de colaborar con la reconstrucción de la vivienda de Santiago y sus hijos, un grupo de artistas organizó una muestra con obras que han donado, y con las que luego se hará una rifa.
Ha sido motorizada por varios de sus amigos que fueron compañeros de secundaria en la Escuela de Bellas Artes. Aprovecharon sus contactos y así lograron el apoyo de 27 colegas que en total han donado 31 obras de diferentes técnicas.
El lugar de la muestra, que fue inaugurada el jueves, es la sala Sacchero del ECA, ubicado en España y Gutiérrez.
Los artistas que se sumaron a la acción solidaria son Antonio Sarelli, Ángel Gil, José Scacco, Cris Delhez, Adelina Tarditi, Luis Scafati, Marta Vicente, Florencia Scafati, Osvaldo Chiavazza, Gabriel Fernández, Guillermo Rigattieri, Fernando Rosas, Julio Melto, Laura Rudman, Leandro Pintos, Luisa Olguín, Paula Dreidemie, Silvina Scalzi, Facundo de la Rosa, Marcelo Von Der Heyde, Trío Fedelrey (Fernández-Delhez-Reynaud), Sabrina Sáez, Vanesa Romboli, Daniela López, Sandra Barrozo, Gabriela Romero y Verónica Valenti.
El costo de cada número es de 200 pesos, los interesados en adquirir uno pueden contactarse a los teléfonos 156625739 ó 153059212.
La rifa se hará el 11 de abril a las 18 en ese mismo lugar.