El discurso de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, apoyando e incentivando a los jóvenes a tomar los colegios, sólo puede ser interpretado como una actitud destinada a romper las reglas de convivencia y a generar enconos en contra del gobierno de turno, en medio de una campaña preelectoral con miras a las elecciones de octubre.
Es sabido y aceptable que los partidos políticos y los candidatos recurran a distintos elementos y prácticas destinadas a convencer al electorado, porque para eso son las campañas. Pero hubiera sido mucho más provechoso para el país y para la ciudadanía en general que esos intentos se hubieran canalizado a través de propuestas válidas e interesantes y no apoyando a los jóvenes, (no en sus reclamos, como hubiera sido inclusive aceptable), en sus actitudes de enfrentamiento a las autoridades de turno, con términos tales como "ustedes (los jóvenes) no necesitan que nadie les dé clases, ustedes pueden dar clases a todos… ".
Cabría preguntar a la ex presidenta cómo hubiera reaccionado y cómo hubiera calificado ella, cuando era presidenta, si algún dirigente de la oposición hubiera adoptado una actitud similar en contra de su gestión.
Las campañas electorales se juegan con estrategias. En esta oportunidad las dos principales fuerzas políticas priorizaron profundizar la grieta entre la gestión anterior y la actual y los hechos determinan que les dieron los resultados esperados, porque lograron "desplazar" a un tercero en discordia que se quedó sin lugar en la discusión por llegar a los electores. Con la definición y los resultados de las PASO en las manos, el oficialismo, liderado por Macri y la principal oposición, conducida por Cristina Fernández, se han abocado a la búsqueda de captar las adhesiones de aquellos que votaron por otra opción, a sabiendas de que un simple número de un dígito a favor en el resultado final, puede significar uno o dos senadores nacionales.
Todo está muy bien, siempre y cuando se respeten las reglas de juego y no se incentiven actitudes fuera de la buena convivencia. Es lo que sucedió con la toma de colegios en la Capital Federal y la decisión de Cristina de apoyar a los que realizan las tomas, en una evidente e inaceptable actitud de oportunismo político mal entendido. Los chicos, fogoneados desde atrás por militantes de izquierda y del kirchnerismo, tal cual lo denunció la ministra de Educación de la Capital Federal, han tomado 26 de los más de 160 colegios estatales. No aceptan los cambios en la educación con posiciones incomprensibles, como el de señalar que las pasantías son incentivadas por "la derecha" para tener empleados gratis, o planteos desopilantes, como el de los jóvenes aspirantes de la carrera de psicología, que presionan para que la matemática salga del contenido de materias, bajo el argumento de que "un psicólogo no necesita la matemática".
En su periplo de campaña, la ex presidenta aprovechó uno de sus tantos actos políticos para ponerse de lado de los chicos que toman los colegios, con párrafos preocupantes si nos atenemos a los términos utilizados. Dijo, por ejemplo, que "nadie pretenda tener a los jóvenes en la Argentina callados, sumisos, anestesiados…"; "Ustedes (los estudiantes) no necesitan que nadie les dé clases, ustedes pueden dar clase a todos…"; "Quieren cambiar los planes de estudios, sin que vos puedas opinar" o "van a apuntar a criminalizar a los jóvenes, a los que piensan diferente, a los disidentes. En definitiva, no quieren que la gente piense".
Cristina Fernández no es una improvisada en política. Sabe que está incentivando actitudes que rayan lo ilegal pero igual los fogonea. Una actitud que llama la atención y que sólo puede ser apoyada por aquellos ganados por el fanatismo, ya que el resto, el que piensa, recuerda que no hace mucho, sólo dos años atrás, por mucho menos anunciaba intentos de golpes de Estado, como sucedió con una denuncia por semana en ese sentido en los primeros diez años de su gobierno o, como bien lo señalara una nota de opinión de Los Andes del domingo 2 de noviembre de 2014, en la que el columnista aseguraba que "cada dos por tres, el gobierno de Cristina Fernández denuncia un intento de golpe de Estado que nunca ocurre, ni siquiera como conato. Pero pareciera que lo deseara… ".