Hubo mala intención. Desde cualquier ángulo, mirado desde cualquier cámara. No hay espacio a segundas lecturas. Camilo Zúñiga fue a embestir a Neymar Jr. con premeditación y sin medir riesgos.
El rodillazo, artero, brutal, nos deja sin una de las máximas estrellas de este Mundial 2014. Según estiman los especialistas, el crack brasileño no pisará un campo de juego por los próximos cuatro meses. Un golpe duro y rudo al corazón de quienes adoramos la gambeta y toque corto.
La jugada desató una ola de críticas y trajo a la memoria la acción por la que Luis Suárez fue suspendido de oficio tras el mordisco al defensa italiano Giorgio Chiellini. La FIFA aquella vez actuó con extrema dureza ante una acción “que no está contemplada dentro de las acciones del juego”.
Ahora vemos cómo el ente encargado de regir los destinos del fútbol se hunde en su propio lodo. La terrible patada del francés Blaise Matuidi sobre el nigeriano Ogenyi Onazi y la acción de ayer quedarán en el centro de la polémica si no tienen igual final que el del uruguayo. El golpe, dentro del fútbol, está contemplado, es cierto, pero no cuando es al corazón.
