Resultó evidente que Morales intentó aprovechar el envión que le dio su último triunfo electoral y, aún a pesar de que restaban cuatro años de mandato, creyó que la gente lo acompañaría con el voto. Sin embargo se encontró con una cruda realidad: la ciudadanía premia y castiga con el sufragio la gestión de gobierno, pero no acepta a quienes evidencian su intención de perpetuarse en el poder. Esto puede afectar la confianza que la gente le había depositado y que puede debilitar en parte su accionar.
Evo Morales accedió a la Presidencia en 2005 y logró tres reelecciones consecutivas que lo colocan al frente del país hasta 2020. Los analistas coinciden en señalar que, a pesar de la poca confianza que se tenía sobre las posibilidades de crecimiento político de Morales, el dirigente ganó la credibilidad de la ciudadanía como consecuencia de una gestión que llevó a que en Bolivia cayeran los índices de desocupación, bajara la inflación y alcanzara un crecimiento de hasta 5% anual. Sin embargo, el jefe del Estado no supo medir políticamente su futuro. El afán de poder pudo más que el raciocinio y, aunque le restan cuatro años de mandato, buscó una nueva reelección que le ubicaría -de haber logrado el objetivo- mantenerse durante 20 años en el poder. No lo pudo lograr y ahora la cuesta se le hará más pesada.
El afán reeleccionista se instaló con mayor vigor en América Latina durante los últimos años. En los hechos, podría señalarse que quien “instaló” la idea de la “perpetuidad” fue el venezolano Hugo Chávez, a través de su denominada revolución bolivariana. A caballo de los dólares que le otorgaba el petróleo, con políticas de corte populista y con un fuerte apoyo de las fuerzas armadas, Chávez se mantuvo en el poder modificando la Constitución y permaneció en la Presidencia durante tres períodos consecutivos, no alcanzando a culminar el cuarto mandato por haber fallecido. Quien lo sucedió, Nicolás Maduro, no sólo perdió la última elección sino que lo hizo por un margen tan amplio que ha quedado expuesto a que la Asamblea Legislativa pueda llamar a un plebiscito para que el pueblo diga si se termina el mandato cuando cumpla la mitad del período, que es en abril de este año.
Rafael Correa asumió su primer mandato en 2007 y dos años después impulsó una reforma constitucional que permitiera las re-reelecciones. En ese marco, se encuentra cumpliendo actualmente su tercer mandato, que concluye el año próximo. La Argentina no estuvo exenta del afán re-reeleccionista de sus gobernantes, como sucedió con el kirchnerismo, que impulsó un tercer mandato en 2015, luego del amplio triunfo electoral de 2013 pero el pueblo se manifestó en contra, ratificando luego el cambio de gobierno en los comicios del año pasado. Se puede deducir también que quienes insistieron en el afán de mantenerse en el poder fueron aquellos gobernantes que coincidieron políticamente desde un principio con la denominada revolución bolivariana de Hugo Chávez, ya que no sucedió lo mismo con otros países, como Brasil, Uruguay o Chile, por señalar algunos ejemplos.
Lo sucedido en Bolivia deja en claro que en esta parte del continente la ciudadanía ha madurado lo suficiente como para establecer límites a las ambiciones desmedidas de algunos gobernantes. Lo comprobó Evo Morales como en su oportunidad sucedió con Cristina Fernández de Kirchner. Un llamado de atención también para aquellos políticos que, aún en momentos difíciles para su gestión, suelen insistir con reformas constitucionales que permitan reelecciones.