Alfredo Cornejo tiene un modelo próximo, Chile, y uno lejano, la Europa de las potencias occidentales. Como ellos sueña que sea Mendoza en algún momento. Y por eso ha dedicado su gestión a construir los que cree deben ser los cimientos para levantar la “nueva” provincia.
Esas bases son un conjunto de normas que regulan la Justicia, la seguridad, la administración y también a los trabajadores. Un Estado hecho a su imagen y semejanza.
El trabajo le ha demandado casi tres años y cuesta imaginar que su agenda cambie en los próximos 14 meses. Orden, control, regulación son sus obsesiones y se han transformado en el eje de los debates públicos, obligando a sus opositores a adoptar posiciones muchas veces poco redituables electoralmente sólo para diferenciarse del "discurso único".
Será misión de su sucesor cambiar esta agenda algo monótona, “poco sexy” como el mismo Cornejo la definió alguna vez, por otra que enamore.
Es cierto que buena parte de la población apoya las reformas aplicadas. Pero hasta ahora han sido las grandes obras, visibles y palpables, las que han quedado en la memoria. Por eso el “legado administrativista” de Cornejo tiene el riesgo de no trascender.
Los que quieren ponerse su traje, propios y extraños, ya hablan de desarrollo sustentable, una nueva economía y grandes obras para los próximos años. Habrá que ver si no se quedan sólo en palabras.