La particular situación que vive la Argentina, con un cepo cambiario que no permite comprar más de U$S 200 mensuales a los particulares y castiga las compras al exterior (fundamentalmente de paquetes turísticos) con tarjetas de débito y crédito con un impuesto del 30%, ha generado una abrupta reversión de las tendencias de turismo de los argentinos, que se habían entusiasmado con viajar al exterior.
Hoy, viajar hacia otros países queda para quienes puedan conseguir alojamientos baratos o invitaciones y adoptar estilos más austeros que los que tienen en su casa, o para personas que poseen un alto poder adquisitivo. El resto de las personas, quienes puedan hacerlo, elegirá pasar sus vacaciones dentro del país.
El tipo de cambio, aún favorable, sigue atrayendo a extranjeros pero hay que tener mucho cuidado porque el Gobierno ha decidido mantener estable el tipo de cambio desde agosto pasado, mientras desde entonces se registró casi 20% de inflación y se calcula que otra tanto ocurrirá en los próximos 6 meses. Esto hará que haya un atraso que podría poner en riesgo la competitividad interna.
Otro aspecto que va en contra de la competitividad son los incrementos registrados en impuestos nacionales y provinciales, así como en tasas municipales, lo que termina afectando a las empresas porque les sube los costos, y a las personas, porque les debilita el poder adquisitivo.
El movimiento turístico para esta temporada de verano es muy buena y las expectativas de los operadores también son optimistas, pero siempre hay personas que quieren aprovechar la situación y aumentan sus precios por encima de lo razonable. Las limitaciones para viajar al exterior les hace creer a algunos empresarios que disponen de un monopolio para satisfacer los deseos de millonarios, los que es totalmente errado.
Los argentinos han sufrido dos años de pérdida de poder adquisitivo, cerca de 40% vive debajo de la línea de la pobreza y muchos residen en los mismos lugares a los que llegan los turistas. Empresarios y comerciantes suelen aumentar sus precios pensando en los visitantes y olvidando que los que viven en esos lugares afrontan duras realidades.
No obstante, hay que reconocer que el turismo es una industria de efectos múltiples. Es intensiva en la ocupación de mano de obra y, al ser un gran generador de empleo, suelen darse muchos casos de operadores que disponen de personal no registrado, que perjudica a los que trabajan dentro de la ley.
Lo interesante del turismo es que permite el desarrollo de múltiples actividades de servicios para atraer a los visitantes, de manera de ofrecer alternativas a usuarios que, en muchos casos, ya han recorrido distintos lugares del mundo.
Hoy se abren muchas posibilidades vinculadas a ofrecer cosas propias, que estos visitantes no han conocido con el agregado de valor importante: la calidad y la calidez en la atención. Éste es un elemento vital que depende de la forma en que los empresarios tratan y conservan a su personal.
Lamentablemente, la crisis argentina hizo que Mendoza perdiera varias rutas muy interesantes, aunque se mantiene un nivel de conectividad aceptable, con un aeropuerto que, en algún momento, se anunció que debía ampliarse nuevamente por el crecimiento de pasajeros que registraba. También la nueva Estación de Ómnibus brinda una mejor prestación, acorde a las pretensiones turísticas de Mendoza.
Estamos en un momento especial que se debe afrontar con responsabilidad para conservar a los clientes, fidelizarlos de manera que la relación precio-calidad les resulte conveniente. El cliente satisfecho lo transmite, pero el insatisfecho lo replica en su lugar de origen, por lo que todos los operadores y los mendocinos en general debemos estar alertas. Cuando una provincia quiere se turística, debe contar con el compromiso de todos.