Qué rápido han pasado las páginas de la historia.
En la mañana del 4 de noviembre de 1993, en la casa del ex canciller Dante Caputo, en Olivos, en una reunión secreta se selló el acuerdo entre el entonces presidente Menem y el ex presidente Alfonsín para reformar la Constitución Nacional. Allí nació el "Pacto de Olivos". No fue producto del clamor popular por una reforma, sino la inteligente jugada de un presidente que buscaba la reelección y la inevitable claudicación del ex presidente, ante la certeza de que la reforma salía por acuerdo o Menem la hacía solo.
Durante estos 25 años, me he preguntado más de una vez sobre la verdadera necesidad y conveniencia de esa reforma. Y lo he hecho no desde una mirada imparcial, sino desde el compromiso y responsabilidad de haber sido Convencional Constituyente.
Representando desde la Provincia de Mendoza al Partido Justicialista (el partido que gobernaba), que propiciaba la reforma centrada en la posibilidad de la reelección de Menem. Reelección sí o reelección no, eso es lo que se discutió y sobre lo que tomaron posición los partidos y la sociedad.
Un acuerdo inesperado y las circunstancias de la negociación, así como el dictado de la ley de necesidad de reforma y especialmente el "Núcleo de Coincidencias Básicas", generaron desconfianza y polarizó a la opinión pública. De allí que el resultado electoral no sumó necesariamente a favor de la reforma la totalidad de los votantes potenciales de la UCR y el PJ.
En la elección de convencionales constituyentes a nivel nacional, el peronismo sacó 38%, el radicalismo 20% y el Frente Grande 13%. El mayor costo lo pagó el radicalismo y el mayor beneficio lo tuvo el Frente Grande, que militando en contra de la reforma y reelección, ganó en la Capital Federal y pasó a ser la tercera fuerza política nacional.
En Mendoza una parte importante de la sociedad estuvo en contra de la reforma. El Partido Demócrata, con una inteligente campaña electoral, interpretó este pensamiento y obtuvo más de 31% de los votos. La UCR no alcanzó 17% y el Justicialismo 38%.
Constituida la Convención, se comenzó a discutir el Reglamento para su funcionamiento. Allí se terminó de consolidar uno de los ejes más controversiales, que fue cómo discutir y votar los puntos del "Núcleo de Coincidencias Básicas".
Estos puntos sólo permitía la alternativa de aprobarlos o rechazarlos, pero no punto por punto, sino todos juntos. Era el Pacto de Olivos y así votamos.
A pesar de los presagios de algunos centros de opinión, la convención funcionó de manera institucionalmente impecable. En esto tuvo mucho que ver la excelente tarea de su presidente, el dr. Eduardo Menem.
Hubo debates acalorados, encontronazos y posturas diferentes, pero todo en un marco de respeto y aceptación de pensamientos dispares. Fue un ejemplo de convivencia democrática.
Se estableció el derecho al medio ambiente y de los consumidores, el secreto de la fuente periodística, la democracia semidirecta y la utilización racional de los recursos naturales.
Se creó la Auditoría General, el Defensor del Pueblo, la figura del jefe de Gabinete, el Consejo de la Magistratura y el Ministerio Público.
Se estableció la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires, el voto directo para presidente y senadores nacionales. También reconoció a las provincias el dominio de sus recursos naturales
La convención superó las expectativas y acalló a muchos que opinaban que una vez aprobada la reelección, la convención se daría por terminada.
La reforma, coyunturalmente favoreció a Menem y su aspiración a la reelección, pero fue mucho más que eso.