Director de orquesta en el mejor Barça y la mejor España de la historia, Xavi Hernández deja la élite futbolística convertido en el máximo estandarte de un estilo de juego, el “tiqui-taca”, el juego de toque, que asombró a los amantes de este deporte.
Tras diecisiete años en el primer equipo del Barcelona, la marcha del volante de 35 años al Al Sadd catarí se salda con un bagaje envidiable: más de 760 partidos de azulgrana y veintitrés títulos a los que todavía puede sumar una Copa del Rey y su cuarta Liga de Campeones.
Cifras de récord en su club que pierde a un referente y al mejor intérprete de esta filosofía de juego basada en el toque y la posesión, donde el físico es mucho menos importante que la técnica.
"Es un jugador único e irrepetible que ha sido fundamental en todos los éxitos del club y la selección", dijo su inseparable compañero en la medular, Andrés Iniesta.
Mermado físicamente y con un papel menos protagonista en el equipo, Xavi abandona la élite futbolística con un palmarés envidiable: un Mundial (2010), dos Eurocopas (2008, 2012), tres Ligas de Campeones (2006, 2009 y 2011), ocho Ligas y una larga retahíla de títulos nacionales con el Barcelona.
Decisivo en todos estos éxitos, Xavi no vio recompensada su labor con un Balón de Oro. Fue tercero en 2009, 2010 y 2011, siempre superado por su compañero argentino Leo Messi, uno de sus principales admiradores.
“Ve el pase donde sólo lo ve él. Hace jugar a todo el equipo y lo mueve de un lugar a otro a su gusto”, dijo el astro de Rosario.
Pero estar en la sombra no le pareció importar demasiado al pequeño jugador catalán, de 1,70 metros de altura y 68 kilos. “Para mí el fútbol es imaginar combinaciones y pases”, explica.
Sin necesidad de vistosas gambetas ni grandes exhibiciones físicas, Xavi se adueñó del juego del Barcelona y la Roja, convirtiéndose en el hilo conductor de casi todas las jugadas, controlando los tiempos como un metrónomo y lanzando asistencias letales con una serenidad pasmosa.
“Parece que juegue con esmoquin”, llegó a decir Luis Aragonés, seleccionador de la Roja campeona de Europa en 2008. En esa Eurocopa, el “Sabio de Hortaleza” le dio los galones a Xavi que se convirtió en el mejor jugador del torneo y asistió en el tanto decisivo de la final a Fernando Torres.
“Luis me hizo sentir importante cuando mi autoestima era un desastre. Me dio el mando de la selección cuando no lo tenía ni en el Barça. 'Aquí manda usted', me dijo, 'y que me critiquen a mí'”, recordó Xavi en una carta tras el deceso del técnico en 2014.
No fue hasta entonces, con 28 años y el ecuador de su carrera cumplido, que le llegó el renocimiento.
Antes, vivió años duros en el Barcelona, donde debutó en 1998, marcados por la falta de confianza de los entrenadores y las constantes críticas de la afición, que lo comparaba a la figura emblemática de Pep Guardiola, el centrocampista por excelencia en los noventa.
Fue bajo las órdenes de este último, entrenador entre 2008 y 2012, que se consolidó como pieza clave en la dirección del mejor Barcelona de la historia, que ganó 14 títulos en cuatro años.
A partir de entonces, su rendimiento decayó, al mismo tiempo que lo hacía el Barcelona y la selección. Tras el fracaso del Mundial de Brasil, dejó la Roja después de 133 internacionalidades y ahora abandona su club, donde había perdido protagonismo.
Discreto en el campo, también lo es en su vida privada. Nacido en Terrassa el 25 de enero de 1980, hijo de un exfutbolista, Xavi es de gustos modestos: casado en 2013 con una amiga de la infancia, le gusta pasar tiempo con sus tres hermanos e ir a buscar setas al bosque.
Enfermo del fútbol, se va a Catar para jugar más relajado y sacarse el título de entrenador con la esperanza de volver a tomar la batuta del Barcelona, pero esta vez desde el banquillo.