Un juicio violento para un crimen brutal en la cárcel

El jueves se suspendió el debate contra doce presos por la muerte de otro ocurrida en 2014 porque dos de los imputados quisieron ingresar a la sala con facas. La trama del homicidio es de guión de película. El juicio oral se terminará por videoconferencia

Un juicio violento para un crimen brutal en la cárcel

Desde hace poco más de dos semanas, en la Segunda Cámara del Crimen se lleva a cabo un juicio violento por una muerte no menos violenta.

Doce presos -muchos de ellos de máxima peligrosidad- son llevados a la sala donde se intenta determinar cómo fue y quiénes cometieron el crimen de Diego Armando Ahumada (23) ocurrido el 29 de octubre de 2014.

En el debate hay más penitenciarios que jueces y abogados y que presos: tres uniformados por detenido. Cada sesión está llena de tensión y es muy común escuchar a los detenidos amenazar a sus propios abogados: "Si no me sacás de ésta, te mato, cul...", dicen a Silvina González, una de las defensoras oficiales.
 
 

El 28 de octubre de 2014, dos presos jóvenes fueron trasladados a la celda 520 del ala II, módulo 5 del complejo Almafuerte porque habían cometido actos de indisciplina. El traslado fue a la 1 de la mañana.

Los internos Diego Armando Ahumada y Marcelo Castro (22) caminaron por los pasillos escoltados por guardiacárceles. A su paso, un preso de otra celda dijo, "sacá la mano y dame la frazada...". Ahumada y Castro se rieron. Ese interno se dirigía a Ahumada, con quien había tenido algún problema anteriormente.

Los dos internos fueron encerrados en la celda que, como todas, cuenta con una puerta metálica que tiene un hueco a la altura media que se usa para pasar o sacar elementos desde y hacia el exterior como puede ser la comida o la basura cuando los presos limpian.

Esa noche no pasó nada raro, "es más, a la mañana alguien nos pasó agua para los mates por la puerta y todo estaba bien", ha declarado Castro en el expediente.

Los problemas comenzaron a las 19 del 29 de octubre. "Un preso me ofrece un mate desde afuera, tal como se hace con los que estamos a puertas cerradas, castigados: mete la mano con el mate y yo lo agarro; en el segundo mate, aparece otro interno desde afuera y me pide que saque yo la mano", rememora en el expediente el detenido Castro.

En ese momento varios internos que ya estaban en la puerta de la celda 520 tomaron de la mano a Castro del otro lado de la celda, en los pasillos del pabellón. "Eso pasa cuando te quieren sacar algo; te agarran del brazo con la puerta mediante y te empiezan a hacer cortes hasta que les des las cosas", recordó el preso. Todo ocurre sin que "agarradores" y "agarrado" se vean las caras.

Así, el brazo de Castro había quedado afuera de la celda; él, adentro. Desde el exterior ya eran muchas las manos que tiraban con fuerza desde el brazo del encerrado.

Castro supo que estaba en problemas y comenzó a hacer fuerza para recuperar su brazo de las manos de sus colegas que le gritaban: "pasá las cosas guacho, pasá las cosas o te bajo el candado...", todo entre risas de los presos que estaban fuera de la celda.

Castro comenzó a hacer fuerzas con sus piernas -a las que había colocado sobre la puerta metálica de la celda, es decir que estaba casi en el aire- tirando hacia adentro para rescatar su brazo de la furia de sus colegas. "Logré zafar y me caí de culo al piso", declaró después.

Ahumada y Castro se corrieron hacia la parte de atrás de la celda. Contra la pared, ambos escuchaban a sus colegas, ya muy violentos, que desde afuera les pedían, una vez más, "las cosas".

En el juicio hay al menos dos bandos de presos que están enfrentados.

Los más de ellos cuentan con condenas por delitos gravísimos y sienten que no tienen nada que perder (ver aparte). Por eso tampoco se ciñen demasiado a los formalismos y se ríen sin tapujos entre declaraciones y alegatos.

Los abogados defensores tomaron como regla no mirar a los ojos a ninguno de los 12 presos porque sus miradas atemorizan.

Hacen su trabajo con la vista puesta en el tribunal.

De pronto, afuera de la celda 520 se habían reunido varios presos. Los dos encerrados comenzaron a escuchar el ruido del candado de la puerta; "como si lo manipularan", se lee en el expediente. Después de un corto silencio, y por el cuadrado-rendija, apareció una mano con un candado en la palma; los presos de afuera se reían.

"Nosotros pensamos que era algo psicológico (sic): siempre hay candados en desuso en esa zona y pensamos que se trataba de una psicopateada", declaró Castro.

Los dos encerrados les dijeron a los de afuera "dale, entrá", según Castro eso fue "para seguir el juego psicológico de ellos...”. Pero otra vez una mano apareció por el cuadrado-hendija de la puerta: en esta ocasión, sobre la palma de esa mano descansaban dos candados: uno era el que correspondía a la celda 520. Ahumada y Castro supieron que sus atacantes estaban en condiciones de ingresar cuando quisieran.

La tortura psicológica de los 12 presos siguió cuando comenzaron a correr el pasador de la puerta provocando un ruido metálico que se repetía seco y constante; lento como un latido.

Luego la puerta se abrió despacio y se volvió a cerrar: repitieron ese ritual de abrir y cerrar varias veces y los portazos eran cada vez más fuertes. Los internos de afuera reían como hienas.

Hasta que finalmente se produjo la invasión.

Un número importante de detenidos que estaban en el pasillo ingresaron a la celda 520 con una especie de lanza y comenzó el ataque. 
Ahumada (que se defendía con una escoba) sufrió tres heridas una de ellas mortal y Castro, que se cubrió con una frazada, también recibió heridas pero sobrevivió. Antes del final se escuchó: "¡El agua, traé el agua!".

Entonces uno de los presos invasores salió de la 520 y rápidamente regresó con una pava rebosante de agua hirviendo: uno de los internos la vació sobre la cara de Ahumada que ya inconsciente, ni se quejó.

El malón de presos abandonó la celda 520 con los elementos de sus víctimas poco antes de que llegaran los penitenciarios. Hay cámaras de seguridad que registraron la salida alocada de muchos de los ahora juzgados.

El jueves pasado la violencia se precipitó en el juicio: a la salida del penal de Almafuerte, cuando los 12 presos eran llevados para la condena que esa tarde debía dictarse, el jefe de traslado, Martín Azcurra, descubrió que

dos de los internos llevaban facas escondidas

.

Uno en la parte de sus genitales y otro en el borde de la cintura de su pantalón. Se las quitaron antes de que salieran de la cárcel y todos subieron al celular de traslado penitenciario.

A la tarde, cuando llegaron a la sala de la Segunda Cámara, los guardiacárceles mostraron las armas blancas a los magistrados quienes decidieron de inmediato que no se podía seguir con ese juicio y que de acá en más todo se hará mediante video conferencia desde la cárcel.

La verdad acerca de las facas

El jueves la prensa indicó que las facas que le habían encontrado a los presos Salcedo y Moreno, habían sido halladas en la misma sala de debates. No fue así.

A los reos se las encontraron en una de las requisas antes de salir del penal Almafuerte. El encargado del traslado, Martín Azcurra, hizo llevar a los 12 acusados y, una vez en los tribunales, puso a los magistrados al tanto de todo. Ellos decidieron frenar el juicio.

Al respecto, Ariel Benavídez, uno de los abogados que defiende a un preso, quiso dejar en claro su agradecimiento al Servicio Penitenciario: "La verdad es que el trabajo de requisa fue excelente, hay que reconocerlo, ya que no se sabe qué hubiera sucedido si los detenidos llegaban a entrar a la sala armados. Cualquiera de los que estábamos allí corríamos peligro".

Los 12 juzgados

Ángel Carrazán (33). Cinco años por robo (pena unificada). 
Pablo Castro (32). Dos condenas de 4 años y cuatro meses y 7 años por robo agravado.
Miguel Moreno (32). Condenado a 23 años por homicidio. Cinco meses por evasión. (*)
Luis Correa (30). Tres años por robo (pena unificada). 
Josué Salcedo (26). Perpetua por homicidio. (**)
Luis Ángel Campillay (28). Pena unificada de 2 años y medio por hurto. Es el único que estaba libre cuando se produjeron las detenciones. Se entregó solo y quedó detenido.
Sebastián Rodríguez (33). Nueve años y medio por robo. 
Fabián Heredia (26). Cinco años y por robo.
Walter Correa (26). Seis años y 3 meses por lesiones y robo (pena unificada).
Gustavo García (27). Cuatro años por portación de arma, violación de hogar y amenazas. 
Claudio Fernández (43). Doce años por homicidio.
Walter Lucero (25). Cinco años por robo (pena unificada).

(*) y (**). Son los dos detenidos que el jueves pasado les encontraron dos facas que pretendían sacar del penal de Almafuerte. El arma de Moreno era el mango de una pequeña cuchara perfectamente afilada. La de Salcedo era un trozo de metal, igualmente de peligroso.

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