A mediados de 1938, un grupo de amigos comenzó con la práctica de un nuevo deporte, desconocido en la provincia, pero que en Buenos Aires cobraba forma vertiginosamente. Aquí lo practicaban personas que cursaban sus estudios universitarios en otras provincias donde el juego se desarrollaba orgánicamente. Con pocos, sin llegar a juntar quince jugadores, comenzó a escribirse la historia del rugby en Mendoza.
Eduardo Ciceri, Carlos González, Tabanera, Horacio Day, Higginson, Julio Petra y González Del Solar vieron cómo en poco tiempo se sumaron más practicantes y a finales de la década ya eran 45 los jugadores que en forma regular disputaban encuentros con San Juan.
En agosto de 1939, se produjo un hecho histórico: el primer seleccionado mendocino recibió la visita del Hindú Club de Buenos Aires, que regresaba de una gira por Chile. El resultado es anecdótico: ganó la visita pero los locales lograron marcar un try.
El equipo lo formaban Hood, Domínguez, Galeano, Funes, Manson, Cano, Hugues, Gabardós, Guerrero, Bustos, Schmidt, Centonce, Crivelli, Barraquero y Scheill.
Todos ellos fueron los precursores de un deporte, que a partir de 1940 comenzó un crecimiento con la aparición de otros jugadores y entrenadores que sentaron las bases de un juego organizado. Se formaron otros clubes: el Mendoza RC, Marista, Obras Sanitarias (hoy Teqüe), UNCuyo, Liceo Militar, Los Tordos, Colegio Estrada (hoy Peumayén), Cóndores. En San Rafael San Jorge y Belgrano, y estudiosos del juego aportaron sus conocimientos.
Cabe destacar a los curas Primo y Bonifacio en Marista, Jorge Godoy Ortiz en el Mendoza RC, Douglas Carbonell en Estrada, el "Tordo" O'Donnell en Los Tordos, José Centonce en la UNCuyo, Pancho Shelton en Obras Santarias y Arturo Santoni en el Liceo Rugby Club, y en el Sur provincial el incansable aporte del doctor Jorge De la Reta.
El impulso permitió insertarse en el mapa rugbístico del país y pronto comenzó a llegar el reconocimiento para Mendoza, que se vio representada a nivel nacional e internacional con jugadores que vistieron la casaca de Los Pumas, del recordado seleccionado del Interior, el seleccionado de Mendoza, y hoy en equipos de Europa y en los mejores torneos del mundo.
Un largo camino recorrido que sólo parece ser el comienzo. Porque de aquel rugby que se jugaba en canchas de fútbol, pasando luego por los clubes; de aquellos terceros tiempos con termos de café, chocolate y bizcochuelos que amorosamente cocinaban las novias de los jugadores, a este presente de un rugby profesionalizado, competitivo y en permanente evolución, el tiempo parece haber pasado rápido, tanto, que todavía siento que entro a una cancha y corro sin cansarme junto a mis amigos eternos.