Con el asesinato del general iraní Qasem Soleimaní, llevado a cabo por drones estadounidenses, el pasado 3 de enero en Bagdad, capital de Irak, la situación entre ambos países llegó al punto más beligerante de la gestión de Donald Trump. La repuesta iraní no se hizo esperar y el miércoles 8 de enero, con 22 misiles atacaron un cuartel general de coalición internacional, a lo que se le sumó el ataque con dos cohetes a la zona verde de Bagdad donde se encuentra la embajada de Estados unidos.
Con la decisión de Estados Unidos en 2018 de retirarse del pacto nuclear firmado en Viena en 2015 entre Irán, Francia, Reino Unido, Rusia, China, Alemania y Estados Unidos, más la aplicación de sanciones a Irán, que se fueron potenciando y debilitando considerablemente su economía, la relación entre ambos se fue deteriorando hasta la actualidad.
La polémica decisión de llevar adelante dicho operativo, le generó a Trump la crítica interna de los demócratas por no haber buscado consenso en el Congreso y por la falta de planificación ante las consecuencias que el ataque generaría. Por otro lado, aliados como Inglaterra y Alemania evaluaron retirar sus tropas de Irak por el riesgo que corrían, pero Francia y Canadá entendieron que debían reforzar su presencia en Medio Oriente. Estratégicamente, Estados Unidos perdió presencia en en la región y unificó al pueblo iraní en su contra, además de poner nuevamente en agenda el reclamo del retiro de todas las tropas de Irak.
Para interpretar en profundidad el conflicto, es necesario remontarnos a 1953, cuando se llevó a cabo la operación Ajax: golpe de estado realizado por la CIA con apoyo de Inglaterra que, como resultado derrocó al primer dirigente iraní elegido democráticamente, el ex primer ministro Mohamed Mossadeq. La intervención de Estados Unidos e Inglaterra colocó en el poder nuevamente a la monarquía de Irán, con el Sha Mohamed Reza Pahlevi.
Este gobierno era visto por las mayorías como violento y autoritario, generando un rechazo importante a Estados Unidos, que colaboró activamente para que estuviese en el poder.
Los argumentos para apoyar el golpe de Estado radicaban principalmente en que la nacionalización de recursos iraníes representaba una pérdida importante para Inglaterra. Este país le pidió colaboración a un Estados Unidos que veía un riesgo concreto en la posibilidad de que Irán se alineara a las políticas comunistas.
El golpe de Estado prosperó y durante 26 años, Estados Unidos tuvo inmejorables relaciones con el gobierno de facto iraní. En 1979, por el degaste, las críticas de gobierno autoritario y las manifestaciones populares, el gobierno de Irán cayó ante la “Revolución islámica”. Esta se caracterizó por tener profundas diferencias con Estados Unidos y hubo momentos muy complejos como la “Crisis de los rehenes” en 1980 y el apoyo norteamericano a Sadam Husein en la guerra Irán- Irak, por cuestiones limítrofes.
Desde fines de la década del 70, con mayor y menor intensidad, las sanciones por parte de Estados Unidos fueron una constante. Desde Carter a Reagan pasando por George H. W. Bush y tomando mayor jerarquía con Bill Clinton, ya que prohibió terminantemente cualquier participación estadounidense en la industria del petróleo de Irán. Las sanciones tampoco cesaron durante los gobiernos de George W. Bush y Donald Trump. Barack Obama fue el único presidente que potenció un acuerdo con Irán.
La situación actual es delicada, pone al límite los intereses de un Estados Unidos que se encuentra en la previa del juicio político que debe enfrentar Trump y en el comienzo del año electoral en el que éste buscará su reelección. A esto lo complica, aun más, el inaceptable ataque de Irán “por error” al vuelo ucraniano.
Las próximas semanas serán determinantesl. Los organismos internacionales exigen prudencia. La pregunta es ¿Ambos países estarán a la altura de resolver con criterio sus diferencias pudiendo contener también los intereses y exigencias de sus socios y aliados? La única certeza es que las respuestas las tendremos en corto plazo.