Un colectivo, valientes

Una verdadera industria al servicio de la causa libertadora se instaló en Mendoza. La población y la economía cuyana, en movimiento.

Un colectivo, valientes

Pensemos que un ejército no se compone sólo de hombres. A esos hombres hay que alimentarlos, vestirlos, asistirlos en diversas necesidades, instruirlos y, pagarles el sueldo. Ese salario fue importante para la profesionalización y disciplina del Ejército de los Andes.

Para sostenerlo fue necesario recurrir a las exacciones forzosas, la creación de nuevos impuestos y a la expropiación lisa y llana de las riquezas en manos enemigas.

Los enemigos no sólo eran los realistas confesos; también lo eran los tibios, los indecisos, los pusilánimes.

Una verdadera industria al servicio de la causa se instaló en Mendoza. Incluyó talleres para fabricar pólvora, reparar armamentos, coser uniformes y diseñar herramientas para el transporte de los cañones por alta montaña.

Así, se puso en movimiento a la economía cuyana. Desde la minería hasta la agricultura, pasando por los carreteros y los empleados públicos; todos los sectores adaptaron sus tareas a los requerimientos crecientes del ejército en formación.

Capital humano: patriotas
Los hombres comprometidos con la independencia de América como el doctor Diego Paroissien, quien estuvo a cargo del hospital fijo y de campaña; Álvarez Condarco quien dirigió la fabricación de pólvora; Fray Luis Beltrán, quien se hizo cargo de la fragua para fabricar cañones; las tejedoras de San Luis; los molineros de Mendoza puestos al servicio de la confección de los uniformes de soldados, y las monjas del Monasterio de María cuyas manos bordaron la bandera, fueron indispensables para llevar a cabo el plan maestro.

El entrenamiento del ejército en El Plumerillo
El campamento de instrucción se instaló en El Plumerillo, a poco más de una legua al nordeste de la ciudad. Allí se mandaron levantar galpones de tapial y techos de espadaña, con divisiones para compañías; departamentos para jefes y oficiales; guardia de prevención; cocina entre otras dependencias.

Erigieron una línea de cuarteles dejando una gran plaza al frente como de cuatro a cinco cuadras de espacio, para los ejercicios militares.

San Martín, un buen maestro
El General por lo común salía de su rancho a ver los entrenamientos. En ocasiones, hacía salir un recluta de la fila para explicarle con paciencia la posición del cuerpo o el manejo del sable, hasta hacerse comprender. También se ocupaba de revisar el estado de los cuarteles, el aseo de las cuadras, el de las cocinas y el manejo de los rancheros en la preparación de la comida.

Todo estaba bajo su atenta mirada. Incluso probó la moral o el espíritu militar, disfrazado de soldado o de paisano en altas horas de la noche. Tentó a algunos centinelas para que le vendieran el arma y desertaran y, en ocasiones, salió de aprietos sólo cuando finalmente les decía quién era.

Por la mañana luego de los ejercicios, las tropas tomaban su primera comida, se relevaban las guardias, los oficiales almorzaban en mesa común y, en seguida, se limpiaba el armamento.

Por la tarde, terminado el ejercicio y pasada la primera lista, la tropa tomaba su segundo rancho. La oficialidad después de comer, se ocupaba de la academia teórica y práctica.

El General mostraba su capacidad docente: proponía problemáticas a los oficiales para que buscaran soluciones.

Así, los ayudaba a pensar todas las alternativas factibles para enfrentar al enemigo. Luego, les explicaba algún episodio análogo que le fuera conocido o en que él mismo hubiera sido el actor, qué había que hacer. Y para terminar, se pasaba la segunda lista, la tropa rezaba el rosario, y después de una hora o poco más, se iniciaba el toque de silencio.

En tanto, los sábados, al mediodía se lavaba la ropa, se pasaba revista de armas y de vestuario. Los domingos y días de fiesta se decía misa en una tienda que armaban en la plaza central y luego descansaban.

Una aliada fiel: la mula

La diferencia de la mula con el caballo para andar en la montaña es su firmeza para pisar, la seguridad para montar o llevar carga. Nunca se tropieza y rara vez se desbarranca.

Las mulas tienen gran resistencia física y pueden cargar hasta 120 kilogramos.

ACTIVIDADES DE COMPRENSIÓN LECTORA
- ¿Cuánto mide una legua? ¿Cuándo comenzó a utilizarse la medida en kilómetros, metros, centímetros en nuestro país?

- ¿Cómo enseñaba San Martín a los soldados y a los oficiales?

- ¿Por qué señala el texto que el ejército puso en movimiento a la economía cuyana?

- Buscá en el diccionario las siguientes palabras: tapial, espadaña.

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