Un colectivo lleno de canciones

“Solistas en Mendoza” es un álbum online que recopila el cancionero de una veintena de intérpretes independientes. ¿El CD virtual ha desplazado al CD físico de su estatus?

Un colectivo lleno de canciones

Con la excusa del lanzamiento de una colección de 28 intérpretes solistas mendocinos disponible sólo en la red, la noticia nos conecta con las nuevas formas de difusión y grabación globalizada, por un lado, alejado del sistema de sellos tradicionales y por otro, el explosivo fenómeno de expansión a través de Internet, una Internet que en el momento de su intervención con la música a finales del siglo XX fue considerada una amenaza para las compañías internacionales pero que ahora se convierte en el gran salvador de la crisis en esta etapa de interferencia entre lo análogo y lo virtual.

Muchos ya afirman que en este momento el nuevo rey del imperio de la música es el streaming, la difusión en tránsito.

Repertorio en rescate

Para los que quieren saber  qué identidades tiene el movimiento de cantautores jóvenes en Mendoza, la recopilación "Solistas en Mendoza" da un acercamiento a lo más reciente del panorama pop, folk, electrónico y experimental con 28 cantantes emergentes.

Ecléctico desde el primero al último track, el volumen subido en el sitio bandcamp.com es un desarrollo que se encendió en dos reuniones de músicos y letristas llamadas "Jornadas extenuantes de solistas" realizadas en la librería "Pájaros", en noviembre de 2014 y junio de este año.

"Nos juntamos a debatir el sistema de producción independiente y terminamos convocando a cantautores solistas para tocar allí", nos contó el productor del proyecto, el también músico Sebastián Ojer, refiriéndose a un séquito de artistas que actualmente se están moviendo por las orillas del sistema tradicional de publicación.

"Lo debatido allí se convirtió en una convocatoria abierta para que los cantantes que ya tuvieran un simple grabado en el último año pudieran formar esta colección doble de casi treinta canciones".

El material, subido en la red el 6 de agosto, está mayormente transitado por mendocinos, pero también por otros provincianos que se fueron acomodando a nuestra la movida como la chubutense Luz Casares, el rosarino Martín Filas y la neuquina Yamila Chelar.

Algunos de ellos, ya tienen una trayectoria de escenarios y grabaciones. Podríamos nombrar como ejemplos el mismo  Sebastián Ojer (además de solista, miembro de las bandas Whisky Jarilla y GoodBoonBoa), al que se suman Cecilia Salinas,  Agustina Bécares, Paula Neder, MF (María Fernanda Aleman), junto con las chicos Samuel Aspee, Diego Montón, Ale Sicardi, Facundo Jofré, Leandro Martín y más.

"Hacer un álbum online es relativamente más accesible. Hay que tener como base un arte de tapa - acá en manos de Florencia Aristarain- y masterizar a las canciones mientras van llegando", enfatizó Sebastián.

"Lo más complicado será ahora pasarlo al físico, un proyecto ya pensado para el próximo año. Todavía no sabemos si se concretará vía financiamiento colectivo, a través del website  idea.me.com, por ejemplo, o con productores independientes".

Mientras esta convocatoria esté activa, los ideólogos de "Solistas en Mendoza" tienen pensado continuar agrupando varios volúmenes virtuales.

La estrategia de adelantar sus álbumes en mano para escucharlos primero en sitios no físicos hace tiempo que contagia a los músicos mendocinos y al mismo tiempo no hace otra cosa de probar el alcance de los sellos de música independiente.

Los más recientes son los lanzamientos de Sebastián Garay, "Folclor o no folclor"; el de Pablo Di Nardo, "Los cuentos de Lucana" y este mes, el dúo Parés-Guiñazú hizo lo mismo con "Compadre".

Download vs disquerías

En la década de los 80 y 90 la industria musical alcanzó ganancias impensables pero el siglo 21 la perjudicó con el debut del mp3 y la viralización de la música a través de Internet.

Aunque lo cultural y sociológico también ha tenido su influencia: recordemos que la música ya no es el centro de la vida de los jóvenes como lo fue en la segunda mitad del siglo XX.

Ya con tantas aplicaciones que emiten música en las redes y por smartphones podemos asegurar que vivimos una época de sobredosis escandalosa de temas circulando las 24 horas del día. De hecho lo ha reconocido un director de la cadena BBC Radio 1, George Ergatoudis: "Nos estamos ahogando en música. Ganar lo suficiente en época de abundancia es problemático".

Este fenómeno ya es tema de estudio y se lo conoce como "Crisis en la industria musical de 2013-2014", una época de recaídas épicas en la venda de música análoga en la que se vislumbró claramente el combate con varios frentes: el gigantesco aumento en el uso de servicios de distribución gratuita por Internet, como Spotify y YouTube, el imparable mercadeo pirata, la consolidación de tiendas digitales como iTunes, el boom del streaming  y la captación de estas plataformas por parte de las compañías telefónicas.

No obstante, algo ha quedado más que claro: los melómanos conectados ya no van a pagar por música; simplemente la buscan y la bajan.

De todas maneras, del otro lado, hace unos años se predijo el funeral del CD físico pero es evidente que la transición de los formatos todavía convive con cierto equilibrio. Podríamos afirmar que se parece a lo sucedido entre la cinta del 35 mm y el rodaje con cámaras digitales en la industria del cine, un superposición que siguió mestizándose por un par de décadas.

En esta coexistencia de tecnologías, el modelo de distribución online de la canción es bipolar, ya que convive lo gratuito y lo pago, como el caso del muy rentable Spotify.

¿Es el streaming el futuro de la música? Para muchos especialistas es una tendencia sin retorno porque las nuevas generaciones quieren escuchar música cuando y donde quiera.

Por otro lado, aunque en menor medida de consumo, el CD o el vinilo (y si viene en un pack sofisticado o en reediciones masterizadas), sigue siendo un objeto fetichista.

Además todavía tiene valor como carta de presentación profesional. Un músico parece ser "mas serio" si tiene un CD grabado. ¿Es una cuestión de estatus o prejuicio?

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